Nacido en el barrio porteño de San Cristóbal, su experiencia, forjada desde niño en la troupe de variedades Los Fregolini, dirigida por sus padres, lo fue enriqueciendo en conocimientos musicales (aprendió a tocar la guitarra, el contrabajo y el pistón), así como dotándolo de una personalidad carismática, de inquietudes artísticas.
Su carrera, ejemplifica la de muchos compositores que transitaron a pleno la generación del cuarenta, nutriendo casi anónimamente con sus obras el repertorio de las grandes orquestas típicas.
Tanto las de rítmica expresión tradicional, como las de mayor evolución melódica y armónica, siempre con un linaje milonguero, bailable y cantable, de amplia aceptación popular.
Entabló desde joven relaciones con letristas, músicos y hombres de la radio y la noche. El Café El Águila, el Marzotto, el Petit Salón, fueron algunos de sus centros preferidos. En ellos entrecruzó su camino con Carlos Di Sarli, en cuyo círculo de bohemia trabó una fuerte amistad. Y en cuya escuela de romántico melodismo, asentó su veta compositora.
Precisamente, fue Di Sarli quien, en 1943, le dio el espaldarazo, grabando con su orquesta la milonga “Yo soy de San Telmo”