Fue un excelente cantor de grandes condiciones innatas, afinado y con un timbre agradable.
El ritmo de D'Arienzo lo atrapó y en esto tuvo mucho que ver el éxito de la orquesta y la buena paga.
Hasta tal punto que en dos oportunidades se retiró para buscar otros rumbos y regresó.
Sus retornos a la orquesta fueron acogidos con beneplácito ya que cantor y director se necesitaban mutuamente.