Violinista, bandoneonista, director, arreglador y compositor (22 febrero 1918 - 19 enero 2011)
Solamente un grande puede entregar un arreglo orquestal a Aníbal Troilo y no sufrir el implacable tormento de la goma de borrar de Pichuco, de la que no se salvaba nadie.
Ese raro privilegio se produjo en 1958, cuando Emilio Balcarce, en su condición de orquestador, entregó las partituras de “La bordona”, su obra más significativa por la belleza de su melodía, que suena siempre actual a pesar del tiempo.
Ya era el inspirado músico que había transitado el pentagrama en todos sus sentidos y que, penetrando en los secretos de la perfecta armonía, daba forma a los mejores sonidos de las más importantes orquestas.