El particularísimo estilo de Alberto Castillo quizá tenga algo que ver con el gracejo cachador (humorístico) y arrabalero de Rosita Quiroga, Sofía Bozán o Tita Merello.
Pero de ningún modo se trata de influencias; ni ellas se parecen entre sí ni Castillo se les parece. Simplemente, podríamos agruparlos —y sumar a la posterior Elba Berón— porque los une un aire común, una misma cadencia rea.
Sin embargo, cuando Castillo toma temas profundos, la ternura que les imprime es impactante.
En definitiva, es una «voz que no se parece a ninguna otra voz», según precisó el inolvidable Julián Centeya.