Para bailar bien el Tango
Para bailar bien el Tango
Para bailar bien, es decir: para BAILAR, tendremos que organizar nuestra vida en esa dirección; no voy a lograr bailar bien si mi vida se desarrolla lejos de ese objetivo.
En efecto, si lo que anhelo es, por ejemplo, hacer dinero, mi vida entonces se va a orientar en esa dirección, en la dirección de abstracciones (el dinero es una abstracción), muy lejos de mi cuerpo real.
Póngase cualquier proyecto en esta balanza y considérese a qué distancia se encontrará el objetivo principal de ese proyecto de la realización de un buen baile.
Nadie está obligado a bailar bien. Las verdades, los proyectos de vida, los deseos no pueden ser los mismos para todos.
Yo me inclino a pensar de esta manera: cuando llegue al final de mi vida, qué quisiera ver en la estela dejada por esa vida.
Imaginemos todas las vidas posibles que podríamos llevar a cabo. Tratemos de pensar y sentirlas, pesarlas, olerlas, mirarles sus colores, medir el alcance de sus rascacielos luminosos de triunfos y sus abismos negros de malos sabores.
Quizás todos vivamos en mundos diferentes, con las cosas y las personas con las que nos rodeamos. Una vida podría así desarrollarse en la dirección de una elección del mundo propio en el cual habitar.
Considero que, quizá, una buena manera de vivir se desarrollaría en la dirección de volverse cada vez más capaz de dirigir y seleccionar lo que se incorpora al proceso de nuestra existencia.
En particular, en lo que a mí respecta, prefiero lo que hace mi fisiología poderosa, mi cuerpo más versátil, adaptable y feliz, mi mente lúcida, mi espíritu liviano y bailarín.
Esta es la pregunta fundacional que se responde con la vida misma: ¿Cómo vivir?
¡Eso sería bailar!
Ahora bien, ¿debería yo preguntarme “para qué” y/o “para quién”?
Podríamos también tal vez respondernos: “hay cosas inmediatas, urgentes que resolver, vivimos en un momento preciso de la historia la cual nos condiciona, es decir, nos esclaviza y obliga a hacer cosas que no haríamos de otro modo. Pospongamos, entonces, nuestro plan, nuestra vida, hasta que hayamos resuelto el presente y respondido a todas las obligaciones implícitas en sus llamadas”.
La verdad, mi verdad en particular, en relación a esto, es que eternamente vamos a estar obligados con el presente. Ya nacimos así: OBLIGADOS.
Mi opinión en esto es la siguiente: es una cuestión de perspectiva; depende mucho de desde dónde miramos la vida, dónde nos colocamos –física y espiritualmente– para mirarla.
Escuchemos el tango “Me quedé mirándola”, por Anibal Troilo con Alberto Marino en voz. (Te pregunto… ¿Hay otra versión de este tema que podamos bailar?)
A veces la gente se va del baile, es decir, abandona el proyecto de bailar, porque chocan contra una barrera la cual no se animan a cruzar. Aunque siempre se dan a sí mismos otras excusas.
Yo mismo he abandonado muchas de mis vidas anteriores para alivianarme lo suficiente para poder continuar bailando.
¡Y no crean que no van a encontrar dudas; dudas sobre sí mismos y sobre el valor del baile!
Hay muchos mundos posibles, muchas realidades paralelas a las que no se pueden acceder de ninguna manera “objetiva”, como podrían ser los logros de la ciencia y la tecnología.
¿No pensás que habría que atreverse?
Pero esto es una cuestión de gustos.
Cuando yo veo a alguien que baila, que BAILA, veo a alguien libre. Ya su cuerpo no es ergastulum, como decía la iglesia católica en la edad media, significando “prisión del espíritu”, un espíritu que tiene que esperar hasta la muerte para ser liberado.
Cuando veo a alguien BAILANDO, veo su espíritu ya libre en la vida, ya no esperando, posponiendo, procrastinando vivir para encontrarse quizás un día con esa pregunta fundamental no solo no respondida, pero aún nunca hecha.
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