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Las letras de tango y su relación con el baile

Las letras de tango y su relación con el baile

Marcelo Solis and his brother Carlos enjoying breakfast at an outdoor café in Buenos Aires. Marcelo, on the left, captures the moment with a selfie, featuring his light brown hair and a slight smile. Carlos, on the right, appears cheerful with white hair, enjoying the morning. Their table hosts a delightful breakfast setup with a teapot, coffee, and a visually appealing avocado toast topped with sprouts and cherry tomatoes. The scene portrays a warm, casual family moment.

Este artículo da inicio a una serie de artículos sobre las letras de Tango.

Quiero dedicarlo a mi hermano Carlos Daniel Solís, recientemente fallecido el 28 de abril de 2024, a los 56 años. Que en paz descanse.

Inicialmente, es crucial discutir si es necesario comprender las letras de Tango para bailarlo adecuadamente.

Enrique Santos Discépolo, autor de muchos Tangos geniales.

Cabe destacar que los compositores de tangos siempre han realizado un gran esfuerzo en fusionar adecuadamente la letra con la melodía. Un ejemplo claro es Enrique Santos Discépolo, quien se caracterizaba por su meticulosidad y podía dedicar años a perfeccionar un solo tango.

Por ende, podemos concluir que la música del Tango tiene como objetivo resonar con las emociones ya expresadas en sus letras, y viceversa.

Esto indica que no es indispensable entender cada palabra para sentir su impacto emocional. Al bailar un tango, generalmente no nos enfocamos en las letras, dado que es complicado prestar atención tanto a la poesía como a los elementos técnicos y emocionales del baile simultáneamente. 

Por ello, si nuestro interés es profundizar en la poesía de las letras, lo ideal sería escuchar el tango sin bailar. No obstante, conocer la letra de un tango antes de bailarlo puede enriquecer significativamente la interpretación del baile, no solo para ese tango en particular, sino además aportando a nuestro entendimiento del Tango como un modo de apreciar la vida humana, estimando nuestra existencia desde las valoraciones de las personalidades que vivieron y fueron parte integral de este fenómeno llamado Tango, que tuvo su mayor auge en los años 40 en el Rio de la Plata.

Las letras de tango a menudo reflejan las repercusiones que produce perseguir nuestros deseos más extremos, advirtiéndonos sobre las posibles consecuencias de esta empresa exuberante. Observando desde la perspectiva involucrada y sin embargo distante, como la de un musicalizador de la milonga, desde su cabina, contraponen a los sentimientos de nostalgia y tristeza que transmiten, la viva excitación que se experimenta en la pista de baile. Estas letras también exploran la creencia en una especie de ficción colectiva, donde se presume una comunidad en la que nos valoramos mutuamente. Este ideal nos atrae, en parte porque tememos a la soledad. A través del Tango, es posible percibir las esencias y personalidades de los bailarines simplemente observando sus movimientos y sus cuerpos en la danza.

Bailar Tango es también un acto de orgullo y maestría. No es un baile para los tímidos o culpables; no es para aquellos que desean ocultarse. Quien baila Tango no necesariamente busca ser el centro de atención, pero entiende que una buena ejecución inevitablemente atraerá miradas. Este fenómeno se ve no como una búsqueda de validación, sino como un obsequio, una ofrenda de belleza para aquellos espectadores que saben apreciarla sin envidia ni resentimientos.

Para profundizar en el entendimiento del Tango a través de sus letras, es útil explorar aquellas que se refieren al Tango mismo y a su baile.

Interpretación de la letra del tango “Que me quiten lo bailao”

Letra y música de Miguel Bucino, 1942, en la versión de Ricardo Tanturi y su Orquesta Típica, cantado por Alberto Castillo, grabado en 1943.

Escuchar “Que me quiten lo bailao”

“Mano abierta con los hombres, y derecho en cualquier trance,
tengo dos pasiones bravas: el tapete y el licor…
Bailarín de buena escuela, no hay milonga donde sobre,
unas veces ando pobre y otras veces soy señor.
¿Qué querés que le haga, hermano? ¡Si es regalo del destino!
¡Si el afán de ahorrar dinero nunca ha sido mi virtud!
Me electrizan las burbujas y los ojos femeninos
¡desde aquellos dulces días de mi alegre juventud!

Pero yo no me arrepiento
de aquellos lindos momentos
que en la vida derroché.
Tuve todo lo que quise…
y hasta lo que yo no quise,
la cuestión que disfruté.
Mi conducta fue serena,
yo fui pródigo en la buena
y en la mala me encogí.
Fui magnate y vagabundo
y hoy conosco tanto al mundo
que prefiero ser así.

¡Qué querés que le haga, hermano! Yo nací pa’ morir pobre,
con un tango entre los labios y en un tute entreverao.
Juego, canto, bebo, río… y aunque no me quede un cobre,
al sonar la última hora… ¡que me quiten lo bailao!”

“Que me quiten lo bailao” es una frase popular del idioma castellano que expresa la satisfacción de disfrutar de las experiencias vividas, independientemente de las consecuencias futuras. La letra y música de esta pieza, creada por Miguel Bucino, encapsulan esta filosofía de vida a través del lente del Tango.

La letra podría interpretarse como una celebración de la libertad y el placer encontrados en el baile del Tango, sugiriendo que, una vez vividas, estas experiencias son inalienables, un tesoro personal que no puede ser arrebatado por circunstancias externas o el paso del tiempo. En el contexto del tango, esta expresión adquiere un matiz de desafío y desapego, características resonantes con la naturaleza emocionalmente intensa y a veces melancólica del género.

El Tango es una expresión artística que permite a los bailarines y oyentes conectar con emociones profundas, y “Que me quiten lo bailao” sirve como un himno a vivir plenamente y sin arrepentimientos, reflejando una aceptación gozosa de todo lo que la vida tiene para ofrecer, a pesar de sus inevitables altibajos.

A classic image of Miguel Bucino and Tita Merello dancing tango in a scene from the movie

Miguel Bucino, nacido el 14 de agosto de 1905 en San Cristóbal, Buenos Aires, inició su carrera musical tocando el bandoneón. A los 17 años se unió brevemente a la orquesta de Francisco Canaro en 1923, quien lo despidió por considerarlo un mal músico y lo animó a dedicarse al baile, una vocación para la que mostró un talento natural.

Bucino debutó profesionalmente en el Teatro Maipo en 1925, y su carrera como bailarín despegó rápidamente. Viajó con Julio De Caro a Brasil en 1927 y realizó giras por Argentina con el espectáculo “Su Majestad El Tango”. Fue pionero al bailar tango en el Teatro Colón en 1929 y continuó su carrera en Europa en 1931, actuando en ciudades como Madrid y París. Participó en varias temporadas teatrales con figuras como Francisco Canaro y Ivo Pelay, enseñando tango a personalidades de la realeza y celebridades de Hollywood como los príncipes Humberto de Saboya y Eduardo de Windsor, así como a los actores Ramón Novarro y Jorge Negrete.

Aunque inicialmente no tuvo éxito como músico, Bucino sobresalió como compositor de tango, registrando entre 60 y 70 obras, incluyendo éxitos como “Bailarín compadrito” y “Que me quiten lo bailao”.

Bucino se retiró en 1942 y falleció en Buenos Aires el 15 de diciembre de 1973, dejando un legado duradero en el mundo del Tango tanto como bailarín como letrista y compositor.

Aquí podemos verlo bailar un tango con la celebrada actriz y cantante Tita Merello en la película “Noches de Buenos Aires”:

Escuchar un tango es interpretarlo de forma personal. El Tango se siente por dentro. Nuestra interioridad, con todas nuestras experiencias, emociones, represiones y más, escucha ese tango, esa letra con música, y lo recrea de muchas formas. Algunas interpretaciones se vuelven habituales y así se mantienen, llegando a ser como traducciones de lo dicho para todos en lo que creemos escuchar.

Siguiendo esta idea, que creo que comparten los que aman el Tango, propongo una forma de entender este tango, aunque aclaro que no busco ser objetivo ni definitivo.

Esto es lo que mi vida, mi baile, escucha en este tango:

El primer verso “Mano abierta con los hombres, y derecho en cualquier trance” sugiere una visión de la masculinidad basada en la integridad y la equidad. La frase “mano abierta” puede interpretarse como un símbolo de generosidad y transparencia en las relaciones con otros hombres, indicando una disposición a tratar a los demás con justicia y sin secretismos. Por otro lado, “derecho en cualquier trance” resalta la importancia de mantener una conducta recta y honorable, independientemente de las circunstancias. Juntas, estas expresiones abogan por una masculinidad que se apoya en la confianza mutua y en el respeto a los códigos de conducta que aseguran la igualdad y la dignidad entre las personas, sin recurrir a excusas basadas en factores externos como la posición social, la economía, o condiciones biológicas o psicológicas. En esencia, propone un ideal de masculinidad que valora y promueve la nobleza en el trato hacia los demás, subrayando la responsabilidad personal sobre las influencias deterministas.

El segundo verso “tengo dos pasiones bravas: el tapete y el licor…” ilustra claramente la intensidad y la entrega con la que el personaje vive sus emociones: el azar cósmico al que enfrentamos nuestra voluntad, intentando desviar su curso para cumplir nuestros deseos, utilizando el entusiasmo vital como una forma de evaluar nuestra existencia. Esta línea resalta cómo el personaje se enfrenta a ese azar e incertidumbre de la existencia humana, no con temor o precaución, sino con una voluntad férrea de inclinar los acontecimientos a su favor y satisfacer sus deseos profundos. El “entusiasmo vital” mencionado se convierte en su baluarte contra la mundanidad y la monotonía, usando su fervor por la vida como una manera de medir y afirmar su existencia. En este contexto, el verso no solo refleja una declaración de afirmación de una vida ordenada desde el valor ético y estético de las emociones sino también una filosofía de vida que abraza plenamente la incertidumbre y el entusiasmo como elementos esenciales de la experiencia humana.

El tercer verso “Bailarín de buena escuela, no hay milonga donde sobre,” no solo habla de la maestría técnica adquirida a través del estudio y la práctica guiada, sino también refleja el respeto y la admiración que el bailarín genera en la comunidad del tango. En esencia, el verso celebra el logro de la excelencia y la elegancia en el baile, que solo es posible a través de la elección de buenos mentores y un compromiso inquebrantable con el aprendizaje continuo.

Tanto el acto de bailar como la milonga se utilizan metafóricamente para hablar sobre la vida en general y cómo nos desenvolvemos en ella. Aquí, el “bailar” simboliza cómo nos movemos y reaccionamos a los diferentes ritmos y desafíos que la vida nos presenta. Ser un “bailarín de buena escuela” implica haber aprendido y dominado las habilidades necesarias para navegar estos desafíos con gracia y competencia, tanto a través del esfuerzo y la determinación individual, como por la elección de “buena escuela’, es decir, buenos guías.

La “milonga,” un lugar donde se baila el Tango, representa las diversas situaciones y entornos que encontramos en la vida. Decir que “no hay milonga donde sobre” sugiere que el bailarín, gracias a su preparación y habilidad, puede adaptarse y destacarse en cualquier contexto o situación que la vida le presente, nunca siendo redundante o inadecuado, sino siempre siendo una adición valiosa.

Esta metáfora extiende la idea de que, al igual que un bailarín de Tango entrenado en una buena escuela, una persona que está bien preparada por sus experiencias y educación puede enfrentar eficazmente cualquier circunstancia de la vida. Los logros y el reconocimiento del bailarín son paralelos a los éxitos que una persona puede alcanzar en su vida personal y profesional cuando está bien preparada y puede adaptarse fluidamente a diferentes situaciones, mostrando que la preparación, el aprendizaje continuo y la adaptabilidad son claves para el éxito en la vida, tal como lo son en el baile.

El verso cuarto “unas veces ando pobre y otras veces soy señor” refleja la aceptación de las fluctuaciones de la fortuna a lo largo de la vida, reconociendo cómo las circunstancias pueden cambiar entre extremos de riqueza y pobreza. Esta frase encapsula la realidad de que no siempre podemos controlar los factores externos que afectan nuestra posición económica y social.

Esta aceptación no se centra solamente en la realidad económica, sino también en una filosofía de vida que valora otras riquezas que no son materiales. La frase indica que el individuo no mide su valor o éxito exclusivamente a través de la riqueza material (“ando pobre”) ni permite que los momentos de abundancia definan completamente su identidad (“soy señor”). En su lugar, la persona se adapta y continúa valorando la vida y sus experiencias más allá de la riqueza material.

Así, el verso sugiere un enfoque equilibrado y maduro hacia la vida, donde se toma con gracia tanto la adversidad como la prosperidad, destacando la importancia de la resiliencia y la capacidad de mantener la dignidad y el autorespeto independientemente de las circunstancias económicas. Esta perspectiva puede ser especialmente poderosa en contextos como el Tango, donde el arte y la expresión personal a menudo se valoran más que la riqueza material.

El verso quinto “¿Qué querés que le haga, hermano? ¡Si es regalo del destino!” expresa una actitud de aceptación hacia las circunstancias de la vida que están fuera de nuestro control, viéndolas como parte de un destino predeterminado o de la suerte que simplemente nos toca vivir. Este enfoque refleja una filosofía de vida que acepta los altibajos con serenidad y gratitud, reconociendo que lo que nos sucede, ya sea positivo o negativo, puede ser visto como un “regalo del destino”.

Esta perspectiva invita a abrazar la vida tal como viene, sin resistirse a las eventualidades sino recibirlas con alegría y optimismo. Al considerar los acontecimientos como regalos, se enfatiza la idea de que hay un valor inherente en cada experiencia, independientemente de su naturaleza aparente. Esta actitud no solo fomenta un sentido de paz interior y satisfacción, sino que también permite afrontar los desafíos con mayor fortaleza y mantener una disposición positiva frente a la incertidumbre.

En resumen, este verso destila la esencia de vivir con una aceptación gozosa y una fe tranquila en que, de alguna manera, lo que la vida nos entrega tiene su propósito y valor, enseñándonos a valorar cada momento como un regalo inesperado y a menudo inmerecido, pero siempre significativo.

El verso “¡Si el afán de ahorrar dinero nunca ha sido mi virtud!” refleja una autenticidad en la elección personal que se aleja de las normas convencionales sobre la acumulación de riqueza y frugalidad, características que la sociedad suele valorar y promover. Esta línea revela una franca aceptación de las propias inclinaciones y características, incluso cuando no se alinean con los ideales socio-económicos predominantes.

Esta expresión es un reconocimiento de que la persona no se define por la acumulación de capital, sino que prioriza otros aspectos de la vida que considera más valiosos o acordes con su verdadera naturaleza. Aquí, la virtud no reside en el ahorro de dinero, sino en la capacidad de vivir de acuerdo con lo que uno considera esencial para su felicidad y plenitud, aunque esto pueda desviarse de lo que es comúnmente aceptado o esperado.

Por lo tanto, el verso no solo comunica una elección de vida personal, sino que también desafía las normativas sociales sobre el éxito y la seguridad económica, enfatizando que el verdadero valor y la riqueza de una persona pueden residir en su autenticidad y en cómo elige vivir su vida según sus propios términos y valores.

Los versos “Me electrizan las burbujas y los ojos femeninos / desde aquellos dulces días de mi alegre juventud!” expresan una apreciación continua y vibrante por las alegrías y los estímulos de la vida, particularmente aquellos relacionados con el entusiasmo y la seducción. “Las burbujas” pueden referirse tanto al champagne, simbolizando momentos de celebración, como a pequeñas intensas alegrías que surgen en la vida cotidiana. “Los ojos femeninos”, por su parte, representan la excitación provocada por la seducción de la belleza, elementos que continuarán despertando pasión y entusiasmo a lo largo de la vida.

Estos elementos no solo son disfrutados en la juventud, sino que persisten como fuentes de energía y entusiasmo a lo largo de toda la vida, destacando la importancia de mantener una perspectiva joven y vigorosa, incluso ante el avance de la edad. Esta actitud subraya el valor de preservar la capacidad de asombro y de disfrute frente al mundo, una actitud de resistencia frente a la decadencia que trae el tiempo por sí mismo.

Por lo tanto, estos versos propician el mantenimiento de una actitud joven frente a la vida y su inevitable decadencia, animando a apreciar y buscar aquellas cosas que nos hacen sentir vivos y conectados, apreciando las cosas que nos electrifican y enriquecen nuestra experiencia de vida, a pesar de los cambios y desafíos biológicos que naturalmente se presentan, e instando a propiciar una perspectiva fresca y corporal.

Los versos “Pero yo no me arrepiento / de aquellos lindos momentos / que en la vida derroché” expresan una firme aceptación y valoración de las experiencias vividas, incluso aquellas que podrían considerarse como un derroche desde una perspectiva más conservadora o materialista. Esta postura rechaza la noción de que el tiempo debe ser siempre invertido productivamente en el sentido económico, y en lugar de ello celebra la riqueza de las experiencias en sí mismas por el conocimiento que aportaron.

Este punto de vista implica un reconocimiento de que la vida no debe juzgarse únicamente por los resultados tangibles o acumulativos, como el dinero o los bienes, sino también por los momentos de felicidad y plenitud personal, independientemente de su “utilidad” económica. Al decir que no se arrepiente de esos momentos “derrochados”, el hablante abraza completamente su pasado y las decisiones que tomó, viéndolas como esenciales para su propia historia y desarrollo personal.

Esta actitud también sugiere una generosidad hacia uno mismo y hacia la vida, una voluntad de vivir plenamente y sin reservas, reconociendo que cada experiencia, por efímera que sea, enriquece nuestro ser y contribuye a la plenitud de nuestra existencia. Al liberarse de la presión de tener que justificar cada momento de la vida en términos de ganancia material, el hablante invita a valorar la vida por la calidad de sus experiencias y las emociones que evocan.

Los versos “Tuve todo lo que quise… / y hasta lo que yo no quise, / la cuestión que disfruté” reflejan una perspectiva de vida ampliamente receptiva y abierta a todas las experiencias, tanto las buscadas activamente como las inesperadas o no deseadas inicialmente. El hablante aquí destaca que independientemente de si los acontecimientos fueron anticipados o no, él encontró una forma de disfrutar y encontrar valor y sabiduría en cada uno de ellos.

Esta actitud sugiere una adaptabilidad y una capacidad para encontrar satisfacción y conocimiento más allá de las circunstancias específicas. La línea “Tuve todo lo que quise” indica que el hablante se permitió perseguir aquello que deseaba, movido por sus propios valores e intereses, lo cual es una manifestación de vivir auténticamente y en consonancia con los propios deseos. Sin embargo, al admitir “y hasta lo que yo no quise”, reconoce que la vida también implica enfrentar situaciones no elegidas, y que incluso estas pueden ser fuente de disfrute, aporte a nuestro saber sobre la vida, y crecimiento personal.

Este enfoque de vida no solo promueve una visión positiva y optimista, sino que también encarna una filosofía de aceptación y gratitud. Reconoce que aunque no siempre podemos controlar lo que nos sucede, sí podemos controlar nuestra respuesta a ello, eligiendo disfrutar y apreciar cada momento por lo que puede ofrecer. Así, el hablante demuestra una profunda satisfacción con su vida, sintiendo que cada experiencia, deseada o no, ha contribuido a su plenitud y sabiduría. Esta manera de vivir resalta la importancia de estar abierto a la vida en todas sus formas, viendo cada evento como una oportunidad para enriquecer nuestra existencia.

Los versos “Mi conducta fue serena, / yo fui pródigo en las buenas / y en la malas me encogí” reflejan una actitud consciente y equilibrada frente a las variadas situaciones de la vida. Aquí, el hablante se presenta como alguien que mantiene la calma y la serenidad (“Mi conducta fue serena”), lo que sugiere un enfoque reflexivo y maduro al manejar tanto los tiempos de abundancia como los de adversidad.

El ser “pródigo en las buenas” indica generosidad y apertura durante los momentos favorables, compartiendo libremente sus recursos y alegrías con los demás. Esta generosidad no solo es material sino también emocional, reflejando una disposición a disfrutar plenamente y sin reservas los buenos tiempos.

Por otro lado, “en las malas me encogí” muestra una actitud de prudencia y modestia en tiempos difíciles. Esta frase puede interpretarse como una reducción en la ostentación o en el gasto, una contención en su comportamiento para enfrentar mejor las épocas de escasez o desafío. No necesariamente implica rendirse o retraerse completamente, sino más bien una adaptación prudente a las circunstancias menos favorables.

En conjunto, estos versos encapsulan la sabiduría de vivir de acuerdo con las circunstancias, sabiendo cuándo extenderse y cuándo conservar recursos. El hablante muestra una comprensión de sus propias capacidades y limitaciones, y actúa de manera que mantiene un equilibrio sostenible a lo largo de su vida. Esto demuestra una filosofía de vida que equilibra la generosidad y la cautela, permitiendo al individuo navegar por los altibajos con gracia y dignidad.

Los versos finales “¡Qué querés que le haga, hermano! Yo nací pa’ morir pobre, / con un tango entre los labios y en un tute entreverao. / Juego, canto, bebo, río… y aunque no me quede un cobre, / al sonar la última hora… ¡que me quiten lo bailao!” encapsulan una declaración de aceptación y celebración de la vida según los propios términos del hablante, desafiando las normas sociales que valoran la acumulación de riqueza material como indicador de éxito y realización personal.

Este fragmento revela una profunda resignación y a la vez alegría en el estilo de vida elegido por el hablante, uno que prioriza la experiencia sensorial y emocional —el baile, la música, el juego, el canto— como fuente de sabiduría, por sobre la seguridad financiera. “Yo nací pa’ morir pobre” no solo acepta sino que también abraza una existencia libre de las ataduras y preocupaciones que conlleva la riqueza material, sugiriendo que hay una riqueza mucho más profunda en las experiencias de la vida y en la autenticidad personal.

“Con un tango entre los labios y en un tute entreverao” simboliza vivir con pasión y estar inmerso en la cultura y las tradiciones que dan sabor y significado a la vida. Estas actividades, ricas en cultura y comunidad, ofrecen un contrapunto a la vida guiada por el materialismo.

El verso “Juego, canto, bebo, río… y aunque no me quede un cobre” refuerza la idea de que la verdadera felicidad, satisfacción, y sabiduría vital provienen de vivir plenamente, con alegría y sin remordimientos, independientemente de la situación financiera. La frase final, “¡que me quiten lo bailao!” es un dicho popular que significa que nadie puede quitarle a uno las experiencias vividas, destacando que lo que realmente valoramos al final de nuestros días son esos momentos vividos y el saber que nos han legado, no los bienes acumulados.

Estos versos son un himno a una vida vivida con autenticidad y pasión, un recordatorio de que al final, cuando “suene la última hora”, lo que cuenta son las alegrías, experiencias, y saber que hemos acumulado, no el dinero. La vida, según el hablante, está para ser vivida plenamente y con una aceptación gozosa de nuestro destino, encontrando belleza y significado en el arte, las experiencias compartidas, y la sabiduría obtenida, más que en la riqueza material.

Cada momento queda así plenamente justificado.

Moriremos en paz con nuestro deseo, habiendo encontrado nuestra propia respuesta a la pregunta sobre cómo vivir.

El Tango te espera. Vení a nuestras clases.

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