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Cómo bailar Tango: variación de salida cruzada

Cómo bailar Tango: variación de salida cruzada

Para esta secuencia, comenzamos con “Salida cruzada”.

En 5 (ver “Salida básica” y “Salida cruzada”)  el hombre cruza también, luego de hacer cruzar a la mujer, manteniendo el sistema cruzado.

Sistema cruzado: cuando el hombre mueve su pie izquierdo, hace mover a la mujer su pie izquierdo, y viceversa.

Si tenés alguna pregunta sobre esta secuencia, por favor contactános.

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Cómo bailar Tango: salida cruzada

Cómo bailar Tango: salida cruzada

Comienza como una salida básica.

Después del movimiento “Dos”, el hombre cambia el peso a su pie derecho, dejando el pie izquierdo libre de peso. Puede hacer un adorno con el pie izquierdo; por ejemplo, un círculo.

La mujer también puede aprovechar para hacer un adorno con su pie izquierdo.

El movimiento “Tres” es con la izquierda y el movimiento “Cuatro” es con la derecha para el hombre.

Para la mujer, en la Salida cruzada hace lo mismo que la Salida básica.

Después de la posición “Cinco” (cruce de la mujer), continúa como Salida básica.

La Salida cruzada utiliza el “sistema cruzado”. Esto es cuando el hombre y la mujer mueven simultáneamente sus pies izquierdos o sus pies derechos, en lugar del pie derecho del hombre simultáneamente con el pie izquierdo de la mujer, y viceversa.

El sistema cruzado es exclusivo del tango y fue una de las innovaciones que sus primeros bailarines introdujeron en el baile de pareja.

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Consideraciones sobre el valor del Tango

Consideraciones sobre el valor del Tango

Bailando Tango, Marcelo Solis y Mimi en milonga Parakultural, octubre 2022

Tengo el agrado de compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el valor que le damos al Tango y a milonguear, del lugar que adquiere (o le permitimos adquirir) en nuestras vidas, como milongueros, profesionales, docentes, estudiantes, etc.

Estos pensamientos tomaron la forma aforística y diferentes enfoques: directo, metafórico, filosófico, en forma de diálogos con un interlocutor más o menos imaginario o real, como un juego, y como poesía.

1

No se puede bailar bien el Tango si no se hace de ello una prioridad. Muchos creen que priorizan bailar Tango, pero en realidad lo que hacen es mantenerse en las orillas de este. Proponerse la tarea de bailar Tango implicaría quizá una crítica profunda de la propia manera de vivir, nuestros prejuicios en relación a lo que consideramos valioso: un tiempo eficiente, productivo, que nos enriquece de una manera que puede “objetivamente’ medirse, contabilizarse a través del dinero, que resulta apreciado por la mayor cantidad de personas y podría contarse con la cantidad de “me gusta” recibidos, por la cantidad de votos obtenidos, por los premios ganados, por el número de participantes en una clase o una milonga, o un evento cualquiera, o por la cantidad de tandas bailadas en una milonga; por oposición a un tiempo bello, profundo en emociones complejas y sutiles, sutilezas y profundidades no accesibles a todas las sensibilidades, sino solo a los que poseen suficiente coraje y gusto por la aventura, por los descubrimientos poderosamente transformadores, de los cuales seríamos quizás los únicos protagonistas y testigos. Claro que es entendible que para la mayoría, para los cuales lo sutil y complejo es algo problemático, las cantidades objetivas y las ganancias monetarias resulten tranquilizantes confirmaciones de las propias creencias y prejuicios.

Sin embargo, me animo a expresar mis dudas acerca de si es realmente posible bailar en general, y bailar Tango en particular –considerando al Tango como la única manera que todavía nos queda para bailar por entero– sin realizar una investigación y una crítica de nuestras asunciones y prejuicios en relación a la manera en la que concebimos nuestras vidas. Por ejemplo: el prejuicio de que aquello que no produce ganancias económicas importantes es algo de poco valor.

2

La mayoría se siente culpable por disfrutar. Considerar que lo que no implica sufrimiento no tiene valor, o su valor es negativo, es otro prejuicio.

La profunda alegría que produce el Tango para los que lo disfrutamos, no es, sin embargo, el objetivo final que nos hace bailarlo. Esa alegría es un producto secundario. Es la sensación que produce todo lo que permite volvernos más fuertes y más sabios, más seguros de nosotros mismos y de nuestra originalidad.

3

En nuestras vida cotidiana siempre estamos tratando de hacer caber más y más acciones en el menor tiempo. De ahí, probablemente, provenga el hábito de tratar de poner demasiados pasos y adornos en nuestro baile.

4

Un académico estudia su materia, un religioso estudia su libro sagrado.

El que baila Tango estudia su cuerpo, la música, la cultura del Tango, entrevista en un marco de amistad a los milongueros más expertos para indagar en la experiencia subjetiva de aquellos que lo bailaron desde mucho antes y le dedicaron sus vidas.

5

Con el Tango se demostraría que la música, para ser bailable, no necesita ser superficial.

6

Bailar Tango es bailar bien, y eso no es algo que se logre con cualquier persona. A lo sumo, cuando la persona con la que bailo no me permite bailar bien, me puedo proponer “bailar lo mejor posible”. En este caso, la experiencia de bailar queda degradada, no llega a ser bailar Tango.

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El baile es una proposición de verdad que puede ser siempre refutada, contradecida, mejorada, o parcialmente modificada por otro baile. La verdad aquí significa una manera de vivir, una respuesta a la pregunta “¿Cómo vivir?”.

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Tu baile puede presentarte a vos mismo tu propia manera de querer y de vivir, tus ideales, tus valores, como si fueras otra persona que te estuviera viendo –algo así como la impresión que te dio verte en un video por primera vez–, y si estás de acuerdo con ello, si estás orgulloso o avergonzado de ello, y en consecuencia, si estás orgulloso o avergonzado de tu vida. Luego, te permitiría revisar tus valores, cambiarlos si lo considerases sinceramente necesario, o cambiar tus sentimientos en relación a tus valores. Te puede quizá inclusive permitir revisar y restablecer tu honestidad respecto de vos mismo.

9

Aprender a vivir sería quizás aprender a bailar con el mundo. Manejar los tiempos de modo no mecánico: con emoción. No apurarse. No perder la paciencia. No estresarse. Lograr moverse siempre con elasticidad, suavidad y control. Equilibrio en todos los aspectos. No agotarse. Llegar al final del día o de cualquier actividad con un final elegante.

10

Ser un buen bailarín implica una búsqueda de cada vez mayor equilibrio, control y soltura en tus movimientos, tanto en el aspecto físico como en el espiritual. Bailar podría conducir a una consciencia mayor acerca de tu propio cuerpo. Esto repercutiría en una preocupación por desarrollar hábitos cada vez más saludables, y así desarrollar una relación más equilibrada con la gente que te rodea y contigo mismo. Bailar podría significar conocerte mejor a ti mismo y a las personas en general. Bailar Tango sería entonces continuamente aprender a ver la vida desde la perspectiva de una persona que baila. Bailar Tango sería algo así como bailar tu vida.

11

Todo lo que incorporamos –lo que permitimos que nos alcance–: los alimentos, las personas que dejamos participar de nuestras vidas, lo que leemos, la música que escuchamos, nuestros hábito adquiridos, etcétera, nos constituye y daría forma a todo lo que hacemos, incluyendo nuestra manera de bailar.

12

La agilidad hace posible la espontaneidad.

13

Así como ser feliz no es la representación de ser feliz, bailar Tango no es la representación de bailar Tango.

14

¿Qué es bailar bien? No hay respuestas objetivas que lo determine. Solamente podemos referirnos a las emociones que nos produce.

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Sentido de realidad generado gracias al baile del Tango a travez de la inevitabilidad del cuerpo. Esto es opuesto a la realidad virtual. Sin embargo, hay posibilidades de engañarse también en el Tango. Por ejemplo: los pasos memorizados, enfocarse en lo adyacente del Tango (lo sexual, lo emocional, lo irracional o lo racional, etc.) dejando el cuerpo real –el cuerpo que puede soportar una pelea– eclipsado, oculto, pospuesto, evitado, eliminado.

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El problema que aparece cuando no tenemos fortaleza y elasticidad internas es que tensionamos la musculatura exterior, perdiendo elasticidad, llevando la estructura ósea hacia una rigidez frágil, volviéndonos espiritualmente inseguros y vulnerables. La rigidez corporal es también rigidez espiritual.

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Bailar es un continuo superarse. Bailar –en su sentido más profundo– sería quizá devenir el ser del devenir, deseando y actuando para que a cada instante nuestro baile sea mejor, más bello, más convincente y profundo.

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Sobre mirar a la pista de baile. Mirar bailar. Al principio no vemos nada. Poder bailar -saber bailar- aumentaría con esa capacidad para ver y entender lo que acontece ahí. Para mirar también habría que saber estar solos. El miedo y/o la incapacidad de estar solos quizá no nos permite mirar. No mirar es no verse. ¿Por miedo?.

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Es posible que nos perdamos en las infinitas superficies que nos ofrece el Tango y que nunca exploremos su profundidad. Cuando descubrimos el Tango, descubrimos al mismo tiempo que hay algo bello, profundo, misterioso y excitante en nosotros. Sin embargo, podría ser muy fácil quedarse allí, en ese encandilamiento inicial, y no animarnos a continuar más allá, hacia el interior del Tango mismo, y de nosotros mismos, quizá porque encontremos aterradores estos dos abismos, estos laberintos en los cuales lo más probable es perdernos y nunca más volver a salir. Lo cierto es que una vez allí, el laberinto nos revela que lo esencial de nuestra vida humana es quizás laberinto, abismo.

20

No fines objetivos sino subjetivos son los que deberíamos perseguir respecto del baile.

No bailamos de la misma manera. Para cada uno de nosotros bailar significa cosas diferentes. Diría que para mí el baile puede ser una forma de realzar mi humanidad.

Yo no diría que tengo razón en lo que respecta a bailar Tango (o cualquier baile), solo que como no estamos de acuerdo, prefiero no discutir sobre esto porque, y por lo que veo en tu forma de bailar, no creo que tengas nada que decir en contra de mi opinión.

Sin embargo, si lo deseás, me complacería compartir con vos mi comprensión de lo que es bailar.

Esto es algo que no puedo explicar solo con palabras, porque las palabras no pueden captar más que una parte muy superficial de ello.

No pretendo aquí poseer ninguna verdad, solo que podría haber logrado algo con respecto a mi baile que puedo considerar exitoso, algo que no es un logro hecho y asegurado, sino algo que debe lograrse de nuevo todos los días, cada vez.

Tal vez tengo una comprensión más profunda de lo que es o significa bailar, o tal vez no. Quizás te gustaría saber más sobre mi enfoque, o quizás no te importe. Lo único que podemos dar por cierto son nuestros bailes, cada uno de ellos, en el momento en que estamos bailando.

Quizás sos una persona profunda. Lo que está pasando aquí es que no estás asignando el baile, sin embargo, el estado de profundidad que yo veo en él.

¿Es que mi enfoque contradice mi alegría, mis sonrisas, mis risas, mi ligereza mientras bailo? Yo argumento que no. Reír y bailar son las cosas realmente serias en la vida humana. Bailar y reír es donde comienza la seriedad.

Nunca deberías preguntar por qué alguien no baila con vos. No es de buen gusto. No hay razones objetivas. El gusto y el baile pertenecen al reino de lo subjetivo.

Podrías estar de acuerdo conmigo en palabras; pero más verosímil sería tu conformidad manifestada en tu compromiso con tu baile.

No pretendo poseer la verdad aquí. El baile es un verdadero extraño a la verdad.

No puedo convencerte. Estarás de acuerdo conmigo solamente en lo que ya estás de acuerdo contigo mismo.

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Quizás la mayoría hace los movimientos pero aún no baila Tango.

Emociones: la subjetividad en la danza.

Los movimientos: lo objetivo.

Algo que realmente no podés fingir. Es visible en todo tu ser, tu postura, tus movimientos. No es lo que estás tratando de mostrar a través de tu rostro.

Hay emociones que pueden entrar en conflicto con el baile: ansiedad, enojo, miedo, vergüenza…

Las emociones no provienen solamente de vos. Las emociones, al menos en el Tango, que es lo que aquí nos ocupa, tienen raíces no sólo en vos, sino también en tus relaciones y tu posición frente a ellas, es decir: la milonga como sociedad, tu/s maestro/s, tus alumnos, tus compañeros, con los que te juntás en las milongas, etc.

No es lo mismo ser un completo desconocido en un grupo, como el Tango, que tener amigos que se preocupan por vos, maestros que te animan y te ayudan a ser un buen bailarín –porque eso es exactamente lo que un maestro quiere de sus estudiantes. Estoy hablando aquí de la comunidad de Tango como un todo, no en un sentido localizado, como la comunidad de Tango de Buenos Aires. Si el maestro/a que tomás clases en Buenos Aires no está en esa milonga o comunidad local de la que sos parte, aún así su aliento y amor por el Tango moldea las emociones de tu baile.

Tu maestro se preocupa por vos como ser humano. No se trata de que hagas movimientos “perfectamente”. Se trata de ser capaz de expresar y explorar tu humanidad.

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Al final, todos los enfoques subjetivos de la danza serían juzgados cuando todos estemos bailando o no, y cómo, en dos, cinco, diez o más años.

23

El tiempo juega a mi favor. Puedo mejorar mi baile. No importa cuanto espere para bailar con esa persona con quien quiero bailar.

24

¿Usted no baila? Entonces usted puede tomar en sí cantidades descomunales de stress; puede privarse de dormir, puede comer mal, muy mal… Total, si no va a bailar, ¿qué le importa su cuerpo y su salud, que le importa su espiritualidad y su profundidad?.

25

En contraste con el arte mercantilizado, un arte mistongo, honesto, íntimo, que espiritualiza el cuerpo, y lo festeja.

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Cómo bailar Tango: salida básica

El hombre camina para acercarse a la mujer y ofrece su mano izquierda.
Ella la toma con su mano derecha y abraza al hombre colocando su mano izquierda sobre su espalda, y el hombre completa el abrazo con su brazo derecho.
Cambio de peso.
 
Para el hombre:
Uno: un paso atrás con la derecha.
Dos: un paso al costado con la izquierda y junta los pies.
Tres: adelante con la derecha, pisando afuera del espacio de la mujer.
Cuatro: izquierda adelante.
Cinco: pies juntos.
Seis: adelante con la izquierda.
Siete: paso lateral con la derecha.
Ocho: pies juntos.
 
Para la mujer:
Uno: un paso adelante con izquierda.
Dos: paso al costado con la derecha y juntar los pies.
Tres: atrás con izquierda.
Cuatro: atrás con derecha.
Cinco: el pie izquierdo se cruza en frente del pie derecho.
Seis: atrás con derecha.
Siete: paso lateral con la izquierda.
Ocho: pies juntos.
 
Otra vez:
Para el hombre:
Uno: un paso atrás con la derecha.
Dos: un paso al costado con la izquierda y junta los pies.
Tres: adelante con la derecha, pisando afuera del espacio de la mujer.
Cuatro: izquierda adelante.
Cinco: pies juntos.
Seis: adelante con la izquierda.
Siete: paso lateral con la derecha.
Ocho: pies juntos.
 
Para la mujer:
Uno: un paso adelante con izquierda.
Dos: paso al costado con la derecha y juntar los pies.
Tres: atrás con izquierda.
Cuatro: atrás con derecha.
Cinco: el pie izquierdo se cruza en frente del pie derecho.
Seis: atrás con derecha.
Siete: paso lateral con la izquierda.
Ocho: pies juntos.
 
Es importante mantener el abrazo durante toda la secuencia.
Los brazos mantienen su forma sin dejar de ser elásticos.
Caminamos suave y con precisión.
El Tango  es un baile de improvisación. Sin embargo, hay elementos como este que son útiles en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

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¿Por qué elegimos bailar Tango con algunas personas y no con otras?

¿Por qué elegimos bailar con algunas personas y no con otras?

Bailando tango argentino con Marcelo Solis y Mimi.

Lo primero que tendríamos que aclarar es que posiblemente nada es en el baile absolutamente consciente y voluntario, y que el azar juega siempre el papel principal, y hasta me atrevería a generalizar esta introducción a todos los procesos de la vida, y a todo lo existente; pero me voy a conformar y mantenerme en un lugar bastante humilde (lo cual, viniendo de parte de un argentino, pueda despertar cierta incredulidad) hablando solamente del baile, restringiéndome a un caso particular de la vida humana –aunque quisiera que sepan que opino que el baile (en este caso el baile del Tango, al que considero la especie de baile que es más baile que ningún otro baile, es la vida humana por antonomasia.
 
Cuando crecemos y nos volvemos sabios –si no es que tuvimos la rara fortuna de haber nacido sabios–, nuestra sabiduría más útil en lo práctico resulta ser que no deberíamos dedicar nuestras energías a tratar de controlar aquello que está más allá de nuestras posibilidades.
No podemos controlar mucho más que a nosotros mismos, y lo poco que además de nosotros podríamos controlar, lo logramos de todos modos a través de un gran control de nuestras acciones y actitudes.
A medida que aprendemos a aplicar este principio general en los casos particulares que el devenir nos entrega, los bailarines de Tango, es decir nosotros los milongueros, nos encontramos frente a un problema nada pequeño: bailar Tango implica una dependencia muy fuerte de otras personas, las cuales, lo aprendemos continuamente, no podemos controlar.
 
Desde que lo único a lo cual podemos acceder a cierto control es nosotros mismos, aprendemos a ser cada vez más cuidadosos, más meticulosos en la elección de las personas a las cuales otorgamos el privilegio de volvernos dependientes de ellas, de entregarnos, por así decirlo.
 
Entonces podríamos aquí hablar de establecer un contrato con esas personas, un pacto que tiene la belleza de no ser manifiesto, no escrito, no hablado, y que puede ser terminado y renovado libremente por cualquiera de las partes, una relación de privilegio y libertad que bien podríamos llamar amistad; la cual no podría ser definida objetivamente, con por ejemplo una lista de principios y requerimientos. Este contrato, esta amistad, va a ser constantemente definida y re-definida por las subjetividades involucradas.
 
Me estoy refiriendo no solo a las personas con quienes bailamos; también además a las personas con las cuales nos gusta charlar, reir, compartir o sentarnos cerca; porque en la milonga, lo que es nuestro objetivo manifiesto, intuitivo o involuntario, es inspirarnos, lo cual a veces se explica en palabras como “ser felices”, y al mismo tiempo inspirar y provocar felicidad en nuestros compañeros.
 
En ocaciones hemos bailado con alguien con quien hemos sentido tal conexión, tal apertura a manifestarnos, tal propiciamiento para revelarnos en el baile nuestras capacidades máximas, que todo lo que no era bailar desapareció, y el mundo y las otras parejas en la pista de baile estaban ahí de una manera muy imperceptible; todo encontró su sentido y hasta los errores se volvieron necesarios a ese baile, tanto que, ahora lo sabemos, no fueron errores sino caprichosas creaciones coreográficas, hijas del azar y de nuestra fuerza, inteligencia y preparación para integrar todo lo que sucede en el hilo de nuestra coreografía, de nuestra improvisación, como perlas y piedras preciosas, y flores y criaturas exóticas y desconocidas, que la naturaleza hace aparecer allí, para nosotros, para nuestro disfrute.

¿Volverá a suceder? ¿Y con la misma persona?

No hay garantías para esto. Ni las personas, ni ningún código lo establecen. Solamente la libertad inherente a la amistad que podría surgir de una experiencia en común, jubilosa y satisfactoria.
 
Sin embargo, aunque deseemos que ese momento, esa experiencia y ese estado regresen, sabemos ya de sobra, si somos realistas, que nada vuelve a suceder de igual manera. Entonces, lo que el bailarín se propone es una nueva meta cada vez, es decir, desear y obrar de acuerdo con ese deseo, que la próxima vez el baile, nuestro baile, sea mejor.
 
Y aquí nos encontramos ese paradójico problema: ¿querrá la otra persona, las otras personas, eso mismo, algo llamado bailar mejor, y que significaría por lo menos aproximadamente lo mismo, o sería complementario a lo que yo denomino con esas mismas palabras?
 
Este es un problema profundo, y aparece aquí porque bailar Tango no es para nada algo superficial, lo cual requiere que tengamos el coraje y la predisposición para afrontarlo, para dedicarle tiempo, para aprender, para estudiar, para observar, investigar, cuestionar, practicar, crear, hacer, recrear y volver a hacer incontables veces, sin preocuparnos por cantidades, porque no podríamos bailar Tango sin ser generosos, comenzando con ser generosos con nosotros mismos, con nuestros cuerpos vivientes, con nuestra alegría de estar vivos.

El Tango te espera. Vení a nuestras clases.

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