Pasaba de un potente agudo a un profundo bajo con la facilidad de los elegidos, poseía un vibrato inconfundible pero del cual no abusaba.
El gran director Alfredo Gobbi lo bautizó como «La voz de oro del Tango».
Aníbal Troilo lo escucha cantar y le hace una oferta para ingresar en su agrupación.
Para muchos fue la mejor época del cantor.