Contaba Rullo que a los cinco años vio por primera vez un bandoneón en las manos de un «famoso» que había llegado al pueblo, nada menos que Juan Maglio Pacho.
Desde aquel momento, ese instrumento fue su pasión y su vida.
A los ocho se trasladó a la ciudad de Rosario a estudiar con otro «famoso» rosarino, Juan Rezzano.
En marzo de 1941 su actuación fue nada menos que en el cabaret Chantecler.
El Mâitre era un señor cubano llamado Ángel Sánchez Carreño, pero se hacía llamar el Príncipe Cubano, que fue el autor de la letra de su tango más conocido: “Seamos amigos”.