“Cuando dijo adiós, quise llorar…
Luego sin su amor, quise gritar…
Todos los ensueños que albergó mi corazón
(toda mi ilusión),
cayeron a pedazos.
Pronto volveré, dijo al partir.
Loco la esperé… ¡Pobre de mí!
Y hoy, que tanto tiempo ha transcurrido sin volver,
siento que he perdido su querer.
Jamás retornarás…
lo dice el alma mía,
y en esta soledad
te nombro noche y día.
¿Por qué, por qué te fuiste de mi lado
y tan cruel has destrozado
mi corazón?
Jamás retornarás…
lo dice el alma mía
y, aunque muriendo está,
te espera sin cesar.
Cuánto le imploré: vuelve, mi amor…
Cuánto la besé, ¡con qué fervor!
Algo me decía que jamás iba a volver,
que el anochecer
en mi alma se anidaba.
Pronto volveré, dijo al partir.
Mucho la esperé… ¡Pobre de mí!
Y hoy, que al fin comprendo
la penosa y cruel verdad,
siento que la vida se me va.”
Miguel Caló y Osmar Maderna, canta Raúl Berón.
Nosotros, milongueros, decidimos aceptar vivir en un mundo que reproduce el tipo de existencia descrito anteriormente, donde nuestra vida es posible no solo gracias a nuestra participación en la economía de nuestras sociedades, teniendo un trabajo como todos los demás, sino más allá de esta primaria satisfacción de nuestras necesidades elementales, EXISTIMOS de acuerdo con lo que es bello, con “compás y elegancia” (musicalidad y estética eficiencia energética), moldeando cada manifestación de nuestro ser-en-el-mundo-con-los-demás de acuerdo a proporciones que son las mismas que, aparentemente, vistas desde nuestra percepción humana, subyacen al universo.
Lo mismo que el ritmo y los silencios (pausas) pueden definirse a razón de proporciones:
El artista utiliza esta conciencia de las proporciones como guía para crear.
Y ahora, combiná todas estas proporciones con otro ser humano, que, siendo de la misma especie, también es diferente de vos.
Una de estas diferencias es que estemos sexuados.
Ser sexuado está relacionado con nuestra mortalidad. Necesitamos esta dualidad para preservar nuestra especie. Y cuando las sensaciones crudas de nuestra sexualidad se desvanecen, solo el abrazo humano, más que nada, todavía puede satisfacer nuestra necesidad de consuelo frente al abismo del vacío infinito de la muerte, siempre enfrente nuestro.
¡Qué gratificante es aprender sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra existencia en el mundo, disciplinarnos y entrenarnos para extraer belleza de las profundidades de nuestras vidas! ¡Qué emocionante participar en tales aventuras en compañía de ese ser misterioso que es tan familiar y, sin embargo, tan extraño! Un ser que nos llama como lo harían las sirenas, con una voz que quita de nuestra percepción todos los demás indicios; que armonizará con esa música que, en su bravura, recuerda la trágica inevitabilidad de una tormenta que nos va a quitar todas nuestras posesiones superficiales y nos deja solo con nosotros mismos, deseando un abrazo.
En "El banquete” de Platón, Aristófanes cuenta la leyenda de que el ser humano era, en sus orígenes, un ser doble, compuesto por dos entidades de lo que hoy es un cuerpo humano. Estas criaturas ofendieron a los dioses, por lo que estos decidieron cortarlos por la mitad. La primera reacción de estos seres fue abrazarse.
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