"Una noche me trajeron una tarjeta, la misma había sido entregada al mozo por un señor apellidado Vázquez, que era el apoderado de Carlos Di Sarli.
Quería que lo viera en un bar cercano al terminar mi actuación.
Al principio la tuve en mis manos.
Como veía qué se estaba estrujando decidí guardarla en el bolsillo.
Desde que me dieron la tarjeta hasta finalizar la actuación un frío corría por mi cuerpo.
Pero juro que canté como nunca.
Imagínense, poder cantar con Di Sarli, antes de cumplir los 18 años. ¡Era un sueño!"