«Los primeros «largos», el fin del bachillerato, el ingreso a la universidad, van muy unidos con las primeras experiencias en la milonga.
Íbamos a bailar a aquellos cabarets de entonces, que luego fueron boites y después night-clubs y ahora son boliches.
Y allí realizábamos un torneo de firuletes y quebradas con los mejores intérpretes de la época.
Conocí al querido Manos Brujas, con quien nos hicimos amigos y, en un ensayo, me hizo oír un tema que acababa de componer y me pidió que le hiciera letra.
Allí, sobre el piano, pergeñé las primeras palabras de “Indiferencia”.»