A partir de este momento, y luego con su jubilación en la empresa “La Cargadora”, Bardi se dedicará al estudio profundo de armonía y composición con el sacerdote saleciano José Spadavecchia, a la composición, y a la manufactura de rollos para pianolas para la compañia "Pampa".
Agustín Bardi ha recibido, muy merecidamente, el título de “compositor de los músicos”.
La excelente calidad de sus obras contaron siempre con la reconocida admiración de todos los músicos profesionales sin excepción. La elaboración musical de sus tangos permiten el lucimiento de las orquestas típicas en cualquiera de sus modalidades interpretativas.
Antes de Cobián, Fresedo, De Caro, Maffia, Laurenz, y la definitiva línea renovadora que imprimió Roberto Firpo a su orquesta a comienzos de la década del veinte, no existió en el Tango una clara definición de estilos.
Hasta entonces interesaba más el repertorio en sí mismo, la calidad o éxito de la obra, que la manera de tocar.
Se ejecutaba utilizando los acordes más simples, acentuando la marcación rítmica con cierta monótona rigidez, sin lucimiento individual de los ejecutantes, en un trabajo de conjunto de voces al unísono.
Y agrega Sierra que “cuando Bardi se extendía en sus elogios hacia la orquesta de Julio De Caro, era para afirmar que ‘la integraban seis compositores, cada uno elaborando en el prodigio de sus respectivos instrumentos, una inspirada y difícil partitura, embelleciendo siempre los valores de la obra con excelentes ideas musicales de original creación, sin alterar ni desvirtuar el sentimiento propio de la misma”.
Notable juicio de valoración que podría recogerse como testimonio irrefutable de la significación de aquella orquesta en la evolución del Tango instrumental.
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