En 1890, a pocos años de haber nacido el Tango y aún en la lucha por obtener forma definitiva, ocurrieron varios nacimientos de figuras que en poco tiempo, quince o veinte años, tuvieron importancia destacada en el posterior desarrollo de nuestra música.
De todos esos nombres, el de José Martínez fue un nombre de auténtico protagonismo.
A este músico se lo conocía en el ambiente por el apodo de El Gallego, a lo que él respondía: «Eso es antojadizo, soy porteño. Llevo apellido español pero mis padres, mis abuelos y bisabuelos eran argentinos».
Como era un gran intuitivo, hacía prácticas de piano en casa de unos amigos, sin haber realizado estudios previos de música.