Marvil, un destacado letrista de gran renombre, ha dejado una huella imborrable en el mundo del Tango, y sus creaciones líricas resuenan en las animadas milongas.

Su incursión en la escritura de letras de tango se inició a mediados de la década de 1930 y se extendió a lo largo de 20 años.

Desde sus inicios, cosechó éxitos con canciones ampliamente difundidas.

Numerosos músicos de relevancia colaboraron con él en la musicalización de sus versos.

Asimismo, muchas voces destacadas interpretaron sus tangos con maestría.

Un distinguido autor de tango, Marvil supo captar la esencia de la época que le tocó vivir, fusionando humor y sensibilidad al plasmar el paisaje de su juventud en acuarelas típicas llenas de ternura y con la impronta de los años cuarenta.

Su padre, Antonio Arona, fue el primero que lo guió en los secretos del pentagrama.

Sobresalió en la composición.

«Yo había mandado los manuscritos de “Mentiras criollas” a la casa Max Glücksmann, que estaba en la calle Florida donde hoy está la Librería El Ateneo, una mañana sabiendo que ya habían seleccionado los veinticuatro tangos del consurso de 1929, fui allí para ver si el mío había sido elegido para disputar las ruedas eliminatorias. El jurado estaba integrado por Carlos Gardel, José Razzano, Roberto Firpo, Francisco Canaro y Don Mauricio Godard; en el hall lo encontré a Carlitos que bajaba del ascensor con su sobretodo borra vino y un chambergo marrón bien requintado, me saludó con una sonrisa. Yo era entonces un adolescente casi, pero me arrimé a preguntarle si mi tango había sido seleccionado y me contestó: «Vea pibe, con ese nombre hay cinco o seis tangos pero el que se eligió es muy bueno, no sé si será el suyo», y en ese momento me tarareó «…que si corren pa’ ganar te lo vienen a decir»… Alborozado le dije: «Ese es el mío, señor Gardel». «Bueno lo felicito, es un lindo tango», me contestó.