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Historia Del Tango – Parte 12: La Evolución del Baile del Tango desde los Arrabales de Buenos Aires hasta los Escenarios Internacionales

Historia Del Tango – Parte 12: La Evolución del Baile del Tango desde los Arrabales de Buenos Aires hasta los Escenarios Internacionales

Fotografía en blanco y negro de El Cachafaz y Carmencita Calderón bailando juntos. El Cachafaz lleva un traje y Carmencita viste un vestido claro. Ambos bailarines están en un abrazo, mirando directamente a la cámara.

Investigamos la historia porque buscamos comprendernos mejor a nosotros mismos.

Un individuo excepcional deja fragmentos de huellas, piezas de espejos que nos reflejan e indican aspectos generales de ese tipo particular de individualidades.

En este caso, la categoría “bailarín de tango milonguero” es una clasificación que nos permite construir nuestra identidad.

Cuando la fortuna nos facilita vislumbrar cómo fue ser uno de ellos en el pasado, eso nos permite vernos no solo desde una perspectiva histórica, es decir, como individualidades y clases que se desarrollan en la historia, sino también, al brindarnos información que nos ayuda a conocernos mejor, nos ofrece ejemplos de valoraciones que aumentan nuestra capacidad de elección, es decir, nos hacen más libres.

El Cachafaz

A los 10 años, Ovidio José Bianquet vivía en el barrio porteño de San Cristobal. Había nacido el 14 febrero 1885. Su padre, Antonio Bianquet, que había italianizado su apellido para que sonara más familiar en un contexto donde el 80 por ciento de los apellidos era italiano, convirtiéndolo en Bianchetti.

Alquilaba una casa sobre la calle Rioja, no lejos de donde hoy se encuentra el salón de bailes Gricel.

Su madre, Petrona Celestina Cabral, recibió por esos días la visita de una vecina acompañada de un policía, explicando que el niño había roto una de sus ventanas de un piedrazo. La madre, incrédula, afirmaba que eso era imposible, que su hijo era “buenito”, pero el policía entendió que el nombre del niño era “Benito”. Pronto apareció el padre, quién le dio la razón a la vecina, diciendo que su hijo era un “cachafaz”. Lo que dio origen a la manera en que nuestro personaje pasó a la historia: Benito Bianquet, El Cachafaz.

Por ese tiempo, el niño, que había tenido viruela, lo que le dejó marcas en su cara, iba a la escuela, trabajaba de lustrabotas, y pasaba el resto del día en la calle, donde veía de vez en cuando a los hombres bailar tango en las veredas con la música de los organitos callejeros.

Los miraba con mucha atención, y cuando tenía la oportunidad de quedarse solo en su casa, ya que su padre trabajaba en una fábrica de cigarrillos y su madre salía a hacer los mandados, se ponía frente al espejo y reproducía lo que había observado en la calle, recreaba y mejoraba según su criterio los pasos aprendidos.

Un día, mientras observaba a esos hombres bailar tango, se puso al lado de ellos y comenzó a bailar también. Los hombres se detuvieron y uno le pidió que bailara con él. Todos quedaron asombrados de la habilidad de este niño de 11 años, que desde ese día fue reconocido en todo el barrio por su baile.

A los 18 años decide irse de su casa paterna y mudarse a la localidad de Pergamino, donde el gobierno daba incentivos a los jóvenes que quisieran poblar y trabajar allí.

Vivió un tiempo en Pergamino, dónde trabajó en el campo y hizo muchas amistades, pero extrañaba su casa, su madre, y al tango.

Así que pronto regresó a Buenos Aires y se reconectó con su pasión, dándose cuenta de que debía salir de su barrio natal e ir a bailar a los “lugares prohibidos” donde su arte sería mejor apreciado.

El tango del Cachafaz provenía de sus amistades de la calle, mucho mayores que él. Los muchachos de su edad lo llamaban “maestro” y le pedían que les enseñara, a lo que él respondía “Yo no enseño. Si quieren aprender, mirénme y copien.”

Por esa época también comenzó a relacionarse con personajes esenciales de la historia del tango, como Francisco Canaro, con quien fue muy amigo, Carlos Gardel, Discépolo padre, Ernesto Ponzio, autor del tango “Don Juan”, Rosendo Mendizábal, autor de “El entrerriano”, y muchos más.

El tango estaba transformándose. Nacido en los barrios marginales, buscaba ahora la aceptación de las clases más adineradas.

Esto comenzaba a suceder en los primeros “cafés de camareras” que proliferaban en el barrio de La Boca, donde la concurrencia podía tomar café y bebidas alcohólicas, escuchar a los pioneros de la música del tango que estaban realizando la transición entre el tango primitivo de la Guardia Vieja y el tango más elaborado de la Guardia Nueva, como Francisco Canaro, Vicente Greco, Genaro Espósito, Roberto Firpo, Arturo Bernstein, e inclusive bailar con las camareras. Era 1903, y El Cachafaz frecuentaba esos sitios, pero no para bailar, sino para mirar.

En aquellos lugares también se estaba reelaborando el baile del tango, recreándose día a día. Los bailarines se miraban entre sí y producían sus innovaciones coreográficas, herederas de las técnicas del pasado, e inspiradas por la nueva música.

Pedrín: El Pionero del Tango y su Influencia en El Cachafaz

El bailarín más importante de aquella época fue Pedrín. Sobre él, todo son suposiciones, excepto que fue uno de los bailarines pioneros del tango. Se especula que sus padres eran españoles que llegaron al Río de la Plata entre mediados y finales del siglo XIX, junto a muchos otros inmigrantes europeos. La familia podría haberse instalado en un conventillo cerca de la antigua plaza del Comercio, hoy plaza Dorrego. Allí, Pedrín heredó el amor por el baile y, antes de los quince años, se inició en el tango.

Pedrín era creativo y elegante, con pies livianos y veloces. Sus amigos decían que, sobre todo, sabía cómo no se tenía que bailar el tango. Se destacó entre los bailarines de los suburbios, frecuentando esquinas y lugares de baile, y desarrollando un estilo propio con figuras distintivas. Para 1899, era considerado el bailarín más destacado de su generación. Algunos lo llamaban Pedrín de San Telmo y otros, Pedrín el Tuerto. Bailaba con la Flaca Rosa, pero su mayor contribución fue la influencia que tuvo en el estilo del Cachafaz.

El Estilo Único y Transformador de El Cachafaz en el Tango

El Cachafaz se destacó en el baile improvisado, creando su propio estilo que modificó continuamente a lo largo de sus más de 40 años de carrera.

Se distinguía de otros bailarines de calle por su elegancia, seguridad y precisión en la postura, cualidades que alrededor de 1910 parecían más francesas que argentinas.

Aunque su técnica no siempre era refinada, debido a sus orígenes en los prostíbulos frecuentados por hombres rústicos y borrachos, su baile era único. Sus figuras no seguían una estructura lógica y parecían inacabadas.

Realizaba las “corridas” con un vaivén exagerado, aunque más suave en comparación con el baile callejero. La velocidad y longitud de sus pasos variaban sin razón aparente.

En una época en la que los bailarines a menudo se alejaban de la música y tardaban en recuperar el ritmo, algo poco atractivo, a El Cachafaz le preocupaba mucho la relación entre los pasos y la música, y tenía una extraordinaria sensibilidad musical.

Su habilidad para mover los pies con gran velocidad y precisión le permitía interpretar una frase musical como si sus pies fueran los que tocaran los instrumentos. Dividía la melodía y el ritmo nota por nota, sincronizando los movimientos de sus pies con ellas.

Cuando el bandoneón se convirtió en el instrumento principal del tango, concibió la idea de que su movimiento debía representar la respiración del instrumento. La riqueza del bandoneón favoreció su estilo de baile, suavizando sus asperezas y haciendo que sus gestos fueran más expresivos y poéticos.

Verlo bailar era un espectáculo desde el momento en que entraba al salón.

Su postura, fríos ojos azules, piel oliva, cabello negro peinado con gomina y las marcas de viruela en su rostro le conferían un gesto severo, que podía infundir temor cuando se concentraba intensamente.

No hacía coreografías. Tenía secuencias estudiadas que se encadenaban de acuerdo a su inspiración, inspiración que a menudo lo llevaba a inventar espontáneamente figuras que no volvería a repetir.

Bailaba siempre muy recto, lo que le daba un aire imponente. Nunca estaba completamente pegado a su bailarina y con frecuencia no la llevaba en posición frontal, haciendo que sus movimientos fueran más visibles.

Sus bailarinas decían que no lograban darse cuenta de lo que hacían, y no se sentían nunca forzadas, percibiendo el impulso de delicadas órdenes, haciéndoles realizar las figuras más complejas con la seguridad de que el Cachafaz les daría tiempo para completarlas.

Su estilo se transformaba continuamente, lo que se podía notar de semana en semana. Bailaba muy diferente de los otros. En un salón de baile parecía venir de otra época.

Las mujeres temían que las sacara a bailar, y al mismo tiempo lo deseaban, porque hacía muchas cosas que desconocían, pero también sabían que guiadas por él no habría dificultades insuperables.

Los Primeros Triunfos de El Cachafaz y su Ascenso a la Fama Internacional

La primera competencia en la que participó El Cachafaz fue en Rosario, en 1906, en la casa de Madame Safó. Había ido a visitar a un primo que hacía buen dinero con un par de tiendas en el centro de la ciudad.

Éste lo llevó a lo de Madame Safó, que era el burdel más caro del país, aunque la pista de baile era gratuita. Allí estaba contratado el maestro bailarín Gaeta, que entrenaba a las pupilas, mayoritariamente de origen polaco.

Cuando llegaron al salón, lo vieron bailar a Gaeta con su compañera. El Cachafaz sacó a bailar a la primera chica que le sonrió, que resultó seguirlo muy bien, y se puso a bailar muy cerca de Gaeta, desafiándolo con sus cortes y quebradas.

Gaeta no se quedaba atrás y pronto Madame Safó decidió organizar una competencia. Se bailaría un tango, un vals, y una milonga.

El Cachafaz ganó la primera ronda, pero Gaeta se lució más en el vals. La milonga fue para el Cachafaz, y así el triunfo.

En 1907 derrota en duelo de bailarines al que se consideraba el mejor bailarín de tangos de Buenos Aires, el Pardo Satillán, que bailaba con su compañera, la Parda Esther, ambos de origen uruguayo, en el salón Hansen, en el barrio de Palermo, bailando con una señorita desconocida, habitué del lugar, que después de bailar con el Cachafaz le confesó que hasta el momento creía ser una principiante, pero que con él había hecho pasos que no sabía que fuera capaz de hacer. Ella había bailado con una sonrisa extática durante toda la tensa competencia.

El Cachafaz era famoso por su costumbre de presentarse sin compañera a cualquier milonga y establecer su preeminencia con alguna bailarina habitué con la cual no había bailado nunca. Esto señala no solo las cualidades de El Cachafaz en su manera de llevar, sino además que el nivel medio de baile de la época era muy alto.

En 1911 gana otro concurso, y como premio recibe un contrato para trabajar y dar clases en Nueva York, y así El Cachafaz se convierte en el primer bailarín de tango profesional oficialmente reconocido.

En 1913 regresa a Buenos Aires y el dueño de el Teatro Olimpo, que había comenzado a organizar allí un baile, le propone asociarse y abrir una escuela de tango en el piso de arriba, con tal éxito que el Tango termina desplazando al teatro y cambia el nombre a Salón Olimpo. Al cabo de dos años la concurrencia había crecido de tal modo, que será necesario abrir una segunda pista de baile en el salón donde El Cachafaz daba sus clases. Es así que el dueño comienza una experiencia similar en otro salón en el centro de Buenos Aires. A El Cachafaz no le gustaba dar clases grupales, y entonces aprovecha el cambio para ofrecer lecciones privadas solamente.

Rechazo y Aceptación del Tango: De la Crítica Moralista a la Aclamación Internacional

Mientras tanto, en Estados Unidos y Europa, una reacción moralista se ensaña con el tango. Esto lleva al Papa Pio X a tener que pronunciarse al respecto, aceptándolo.

El Barón Antonio de Marchi llega en Buenos Aires a principios de 1900s y tiende puentes entre las clases sociales de la aristocracia argentina y los orilleros, a través del tango.

Para él “El tango tenía que convertirse en el elemento de unión y solidaridad de la ciudad”.

Nació en Pallanza, Italia, el 25 de agosto de 1875 y moriría en Buenos Aires, el 20 de febrero de 1934.

Se casó con María Roca, hija del general Julio Argentino Roca, quien fue presidente de la República Argentina en dos períodos (1880-1886 y 1898-1904).

Su perfil era principalmente el de un deportista y pionero. Fundó la Sociedad Sportiva, creó el Cercle de l’Éppé para promover la esgrima, fomentó el automovilismo, organizó los Boy Scouts de Buenos Aires y formó los batallones escolares que desfilaron en las fiestas del Centenario (1910). También impulsó el hipismo, cultivó la amistad con Jorge Newbery y facilitó al Aero Club el campo de la Sportiva (actual zona del Planetario de la ciudad), desde donde el 25 de diciembre de 1907 partió el globo Pampero, tripulado por Newbery y Aaron de Anchorena.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, regresó a su país y se unió a las tropas combatientes, volviendo a Argentina después del armisticio.

Ya en Milán había estudiado tango con maestros parisinos. Tenía la intuición de que el tango debía perdurar hacia el futuro, pero para que esto sucediera era necesario terminar con el rechazo de la clase alta.

En 1913 organizó un concurso de música de tango —cuyo jurado estaba formado por damas de la alta sociedad porteña— para promoverlo ante la clase alta de Buenos Aires, y contrató a varias parejas de bailarines.

Solicitó a los participantes que moderaran sus exhibiciones para no escandalizar a la audiencia, pero esto provocó una dura crítica en uno de los periódicos principales de Buenos Aires, que denunció esta falsificación del tango.

Esto preocupó mucho a De Marchi, que además se dio cuenta que la opinión pública estaba de acuerdo con la nota periodística, aunque apreciaba la intención del Barón de ayudar al tango a ser aceptado. Muchos le aconsejaban abandonar la empresa y cancelar las siguientes noches en el teatro. Pero él decidió, por el contrario, seguir adelante. Redujo el precio de la entrada consiguiendo llenar el teatro, y, sin declararlo específicamente, dejó que los bailarines actuaran con libertad.

Todos empezaron a hacer figuras de tango sin censurarse. El público respondió positivamente, hasta bailando en sus butacas y tratando de imitar los pasos que veían.

Uno de los bailarines sobresalió y de ahí en más se lo mencionaba cada vez que el tema tango surgía en la conversación.

Era El Cachafaz. Tenía 28 años.

El Homenaje de Gardel y Razzano a El Cachafaz: Un Espectáculo de Leyendas del Tango

En 1918 Gardel y Razzano, el duo de cantores más famoso de la historia argentina, un año después de que Carlos Gardel estrenara el primer tango canción y comenzara su carrera de cantor de tangos, organizan un espectáculo en homenaje a el mejor bailarín de tangos del mundo, El Cachafaz.

El espectáculo contaba con la orquesta FirpoCanaro, en la que tocaban los músicos más famosos del momento, la misma orquesta que un año antes había hecho furor en el Teatro Colón de Rosario durante los carnavales. Contaba con la participación de estrellas del tango como Eduardo Arolas, Osvaldo Fresedo, Juan D’Ambrogio “Bachicha”, y Pedro Polito en bandoneones; Julio Doutry, Agesilao Ferrazzano, y Tito Roccatagliata en violines; Juan Carlos Bazán en clarinete, Alejandro Michetti en flauta, José Martinez en piano, y Leopoldo Thompson en contrabajo. Francisco Canaro (violín) y Roberto Firpo (piano) se alternaban en la dirección.

El Furor del Tango en París: 1913

En 1913 el Tango hacía furor en París.

Había un “color tango” (anaranjado), un “corset tango”, y un cóctel: una cucharada de jugo de naranja, 1/2 medida de gin, 1/4 de vermouth dry, 1/4 de vermouth clásico, y 2 chorritos de curaçao.

Todos bailaban tango, excepto la clase trabajadora, y a toda hora: en los tés tangos, de 4 a 7 pm, por 5 francos, incluída la consumición; en los champagne tangos; y luego por la noche, en las boites de los Champs Elysées.

Se bailaba también en el tren París-Deauville, y en el Palais de Glace con patines.

Y también había competencias, en las que dominaba el único parisino que había aprendido a bailar tango en Buenos Aires, Ludovic de Portalu, marqués de Senas, ex húsar, de 77 años, que bailaba con su nieta Adry de Carbuccia, de 20 años, vestida de blanco con un gran moño en la cabeza. Él era “le roi du tango”, pero solo para los franceses, porque para los argentinos que vivían en París el rey del tango era Bernabé Simarra, apodado “El Negro”, o “El Indio”.

Bernabé Simarra: El Rey del Tango

Un retrato en blanco y negro de Bernabé Simarra, un bailarín y maestro de tango argentino de 1881-1936. Está vestido con un traje formal y un sombrero de copa, y sostiene un bastón. Su nombre y

Nación el 18 de septiembre de 1881 en Buenos Aires.

Bailarín del cual resulta muy difícil conseguir datos fehacientes, inicia su carrera cuando en el año 1909 triunfa en el concurso de bailes de carnaval de la ciudad de Buenos Aires.

Luego logra otros primeros premios en los certámenes organizados por los teatros Casino y Politeama.

A partir de entonces su nombre trasciende en ambas orillas del Río de la Plata, y en Montevideo gana el torneo del Royal Theatre. 

Su naciente fama tanto como bailarín y como maestro impulsan a su alumna Marie Papillón —renombrada artista francesa de varieté— a contratarlo, en 1911, para acompañarla a París. 

Su extraordinaria calidad coreográfica y su pintoresca indumentaria de gaucho le valieron el apelativo de “El Rey del Tango”.

Revalidó sus títulos de triunfador en las competencias de danza ganando los concursos para profesionales de los teatros Femina, en 1912 y Folie Magic en 1913, ambos en París, donde daba clases privadas en la escuela de Camilo Rhynal a políticos, actores y aristócratas.

Su compañera de entonces era la cubana Ideal Gloria, la bailarina de tango de mayor reputación internacional.

La noche del 25 de febrero en el Folie Magic se agotaron las entradas. La presencia del público argentino era imponente. Fue un triunfo rotundo, y al día siguiente los periódicos de París le dedicaron páginas enteras en las que se hablaba de su vida y de lo fascinante de su baile. En el hotel donde se alojaba conoció a los empresarios europeos más importantes, y luego de considerar varias propuestas optó por la de profesor de baile del Hotel Excelsior de Venecia, donde se alojaba lo más importante de la aristocracia europea.

A comienzos de la década del veinte viaja a Barcelona donde instala una academia de baile, orientada a enseñar el tango a la clase alta catalana.  Al tiempo, este especialista en ganar concursos de baile obtiene el primer premio del festival para bailarines organizado por el teatro Principal Palace. 

En el año 1936 estalla la guerra civil española y Simarra tuvo que abandonar precipitadamente la península ibérica, dejando todos sus bienes. Viaja a Montevideo, donde se ve obligado a pedir limosna y fallece de dolor en la más cruda miseria, en plena calle, en una cama improvisada con hojas de diario.

En 1913, mientras Simarra viajaba a Venecia, llegó a París otra leyenda del baile argentino: “El Vasco” Casimiro Aín.

Casimiro Aín: El Bailarín que Llevó el Tango al Mundo

Una fotografía en blanco y negro de Casimiro Aín bailando tango argentino con Edith Peggy, de la película muda alemana

Casimiro Aín, conocido como “El Lecherito”, “El Vasco”, y “El Vasquito,” nació el 4 de marzo de 1882 en el barrio de La Piedad, Buenos Aires, en el número 81 de la Avenida Callao, casi esquina con la calle Piedad (actualmente Bartolomé Mitre).

Fue el primer hijo de Juan Aín, un vasco francés conocido lechero en la zona, y Rosa Rataro, una inmigrante genovesa.

Desde pequeño, Casimiro mostró una inclinación natural hacia el baile, que aprendió al compás de los organitos callejeros manejados por italianos.

Durante su juventud, solía acompañar a su padre en el reparto de leche, de ahí sus apodos “El Lecherito” y “El Vasquito”.

Pronto, la facilidad de Casimiro para el baile y su pasión por el tango lo llevaron a integrarse, a los catorce años, a la compañía circense del célebre payaso Frank Brown.

En 1901, buscando nuevos horizontes, Casimiro se embarcó rumbo a Europa en un buque carguero.

Llegó a Inglaterra y luego a París, recorriendo también España.

Durante su estancia en el Viejo Mundo, trabajó en diversas ocupaciones para sobrevivir y, junto a dos amigos, comenzó a recorrer bares y cabarets, ganando notoriedad como bailarín de tango. Su habilidad y carisma lo convirtieron en el primer bailarín argentino en dar a conocer la danza porteña a nivel internacional.

En 1904, Casimiro regresó a Buenos Aires, actuando junto a su esposa Martina en el Teatro Ópera. Durante los festejos del Centenario de la Independencia Argentina en 1910, su desempeño fue un éxito rotundo, consolidándose como profesional de la danza.

En 1913, con el financiamiento de Ramón Alberto Lopez Buchardo, un joven de familia adinerada que fue uno de los introductores del Tango en París, autor de tangos como “Germaine” y “Entre dos fuegos”, viajó a Francia con su compañera Jazmín y con la orquesta típica de Vicente Loduca, Eduardo Monelos y Celestino Ferrer, formando el grupo “La Murga Argentina”, actuando en el Cabaret Princesse.

En noviembre de 1913 viajó a Nueva York. Una semana después de su llegada, Aín y su orquesta típica debutaron en un “Tango té” al que se asistía solo por invitación en el Hotel Vanderbilt , organizado por la Sra. E. Roscoe Matthews, a quien algunas publicaciones atribuyen haber llevado a Aín a Nueva York.

El Vasco realizó varios bailes de exhibición y luego ofreció a los participantes instrucción en el “auténtico” tango argentino. “Todos los que bailaron con el Sr. Aín declararon después que era absolutamente maravilloso”, declaró un observador.

Además de sus funciones como profesor, Aín pronto consiguió trabajo como bailarín de exhibición. A veces se presentaba como Casimiro Aín, otras como “Casimir Aín”, e incluso como “Profesor Argentino”, auto-proclamándose “inventor del tango”, una evidente exageración, pero menos que otros aspirantes al título.

Aunque se destacaba la autenticidad de la experiencia, también se insistía en la decencia. Tanto los parisinos como los neoyorquinos deseaban un tango lo suficientemente auténtico para ser exótico, pero no tan sensual como para resultar escandaloso. La versión que Aín interpretaba reflejaba esta paradoja; era descrita como “auténtica” y al mismo tiempo “tan majestuosa y formal como el antiguo minuet”.

Los manuales de instrucción de tango, que proliferaron en Nueva York en 1914, hablaban de un “tango nuevo” depurado de elementos desagradables y de sus indudables orígenes afroamericanos, haciéndolo apto para la clientela americana y europea. Aquí podemos ver que la idea de “tango nuevo” no es nueva, y que se origina en gran parte no en una supuesta “evolución” del tango sino en necesidades relativas al marketing. Al igual que para los profesionales de hoy en día, la prioridad de Casimiro era un baile que fuera fácil de enseñar, atractivo para ver, y fundamentalmente rentable.

En 1920, Casimiro Aín regresa a París con Jazmín para ganar el Campeonato Mundial de Danzas Modernas, el 16 de junio, compitiendo con 150 parejas en el Teatro Marigny.

En ese preciso momento, los bandoneonista Manuel Pizarro y “El Tano” Genaro Expósito estaban formando una orquesta para actuar en el Princesse. Pizarro le ofrece al Vasco sumarse al proyecto, pero está muy ocupado con clases privadas.

Su fama continuó creciendo, y más tarde recorrió Europa y Egipto con la alemana Edith Peggy, con quien podemos verlo bailar en la película alemana “Abwege”.

En 1926 baila en Nueva York, en el Club Mirador, con la orquesta de Francisco Canaro.

En 1930, regresó definitivamente a Argentina, donde continuó actuando y enseñando baile durante algunos años más. De esta etapa podemos destacar su actuación en el espectáculo de 1936 “La evolución del Tango”, dirigido por Francisco De Caro en el Teatro Ópera de Buenos Aires.

Una leyenda no confirmada, pero relatada por el propio Aín, cuenta que el 1 de febrero de 1924, bailó el tango “Ave María” de Francisco Canaro ante el Papa Pío XI en el Vaticano, acompañado por la bibliotecaria de la embajada argentina, una señorita de apellido Scotto. Sin embargo, investigaciones posteriores no encontraron pruebas de este evento en los archivos del Vaticano.

Durante su carrera, Casimiro Aín fue descrito como un hombre simpático, audaz, bohemio y persistente. Enseñó a bailar a numerosas personas y ganó una considerable fortuna gracias a su talento y dedicación. Falleció el 17 de octubre de 1940, tras sufrir la amputación de una pierna debido a una gangrena.

Casimiro Aín dejó un legado imborrable en el mundo del tango, siendo uno de los pioneros en llevar esta danza a la escena internacional y contribuir significativamente a su popularización en Europa y América. Su vida y obra siguen siendo recordadas y celebradas por los amantes del tango en todo el mundo.

Rodolfo Valentino: El Icono del Tango y la Edad de Oro de Hollywood

El 18 de octubre de 1920 se reabre el cabaret Princess bajo el financiamiento del empresario Elio Volterra y la dirección de Manuel Pizarro.

A la inauguración asiste toda la comunidad argentina residente en París, gracias a la publicidad que Volterra hizo en los diarios parisinos, y personalidades como Mistinguett, la vedette, actriz y cantante francesa que llego en su momento a ser la artista femenina mejor pagada del mundo, a su lado el boxeador, actor y héroe de la Primera Guerra Mundial, Georges Carpentier, y Maurice Chevalier, figura emblemática de la cultura francesa.

La segunda noche, cuenta Celestino Ferrer “veo que en una de las mesas está sentado un joven al que le veo cara conocida. Es el actor Rodolfo Valentino. Yo lo había conocido en Nueva York en 1915 como Rodolfo Guglielmi, un chico italiano que trabajaba de albañil y con el que compartía un cuarto de tres camas marineras en una casa particular.”

Una fotografía en blanco y negro de Rodolfo Valentino bailando tango con su esposa, Natacha Rambova. Valentino está vestido con un traje tradicional de gaucho con sombrero y botas, mientras que Rambova lleva un vestido elegante con un tocado intrincado. Su pose es cercana y dramática, capturando un momento de intensa conexión.

Rodolfo Valentino, nacido Rodolfo Pietro Filiberto Raffaello Guglielmi el 6 de mayo de 1895 en Castellaneta, Italia, fue un legendario actor del cine mudo y una figura icónica de los años 20. Su incursión en el mundo del baile comenzó cuando emigró a los Estados Unidos en 1913.

En París, es posible que Valentino haya visto a Casimiro Aín y su compañera de baile, Jasmine, actuando en el cabaret Princesse. Es plausible que incluso haya conocido a Aín, ya que muchos argentinos compartían su herencia y lengua italianas, lo que hacía posibles esos encuentros.

La historia popular atribuye el éxodo de argentinos de París a Nueva York a la llegada de la Primera Guerra Mundial, un cataclismo que, como se describe en “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de Vicente Blasco Ibáñez, detuvo la fiebre del tango francés. Sin embargo, las partidas ya habían comenzado antes de la guerra debido a un exceso de expatriados argentinos en París. Se rumoraba que el tango estaba a punto de triunfar en Nueva York. Aín y su compañía fueron de los primeros en cruzar el océano, llegando el 15 de noviembre de 1913.

En Nueva York, Valentino se hizo rápidamente un nombre como bailarín talentoso y carismático. Es muy probable que Valentino y Aín se encontraran a menudo en Nueva York, ya que frecuentaban los mismos lugares y tenían muchos amigos en común. Según Celestino Ferrer, Aín y su orquesta se alojaban en el mismo lugar que Valentino, aunque Aín recuerda que Valentino solo los visitaba a menudo.

En 1917 viaja desde New York hasta la costa oeste de Estados Unidos trabajando en varias producciones teatrales itinerantes, hasta que, convencido de debía convertirse en actor de cine, llega a Hollywood, donde trabaja inicialmente como bailarín e instructor de baile social, adquiriendo una clientela femenina mayor de edad a quienes pedía prestado sus coches de lujo. Una vez asegurada su subsistencia de este modo, comenzó a buscar activamente papeles en la pantalla.

Su papel en la película de 1921 “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” mostró sus talentos de baile a una audiencia más amplia.

En una escena memorable, Valentino interpretó el tango con tanta gracia y fervor que desató una fiebre por el tango en todo Estados Unidos y consolidó su estatus como ícono del baile.

En 1922, Valentino declaró una “huelga individual” contra el estudio que lo contrataba en ese momento, Famous Players, debido a desacuerdos financieros. Durante ese tiempo, conoció a George Ullman, quien pronto se convirtió en su manager. Ullman, con experiencia en Mineralava Beauty Clay Company, convenció a la empresa de que Valentino, con su vasto grupo de admiradoras, sería un portavoz ideal, lo que hoy en día se conoce como “influencer”.

El 25 de enero de 1923, los periódicos de Nueva York anunciaron que Valentino y su esposa, Natacha Rambova, realizarían una gira de exhibición de baile por Estados Unidos y Canadá, cubriendo 88 ciudades. Viajando en un lujoso vagón Pullman, actuaron en numerosos lugares, aunque algunas audiencias sintieron que los espectáculos eran demasiado breves. Valentino también fue juez en los concursos de belleza patrocinados por Mineralava, uno de los cuales fue filmado y titulado “Rudolph Valentino and his 88 Beauties”.

La dedicación al baile de Valentino iba más allá de la pantalla. Se le conocía por practicar rigurosamente, refinando constantemente su técnica y ampliando su repertorio. Su influencia en la cultura del baile durante los años 20 fue profunda, ya que inspiró a mucha gente a aprender a bailar tango y bailes de salón.

Trágicamente, la vida de Valentino se vio truncada cuando murió a los 31 años en 1926. Sin embargo, su legado como bailarín perdura, recordado por su contribución a popularizar el tango y por la pasión que aportó a sus actuaciones. Rodolfo Valentino sigue siendo un símbolo de la Edad de Oro de Hollywood, una era donde el baile y el cine se entrelazaban perfectamente gracias a su extraordinario talento.

Esa noche de 1920 en el cabaret Princesse, Manuel Pizarro también lo conoce y lo enfoca con un faro. Se le acerca y le pide que baile un tango, a lo cual accede, bailando “El Choclo” con una bellísima compañera

Técnicamente no es muy bueno desde la perspectiva de un argentino, pero es elegante y gusta mucho al público. Pizarro queda asombrado por semejante entusiasmo del público frente a una pareja de baile y hace un último intento por convencer al Vasco, pero este está muy ocupado con sus lecciones privadas.

El Cachafaz Llega a París: Triunfo y Nostalgia

Dado que El Vasco Aín no podía sumarse al espectáculo de Manuel Pizarro, este decide traer a París al Cachafaz.

Es diciembre de 1920 y el Cabaret Princesse, que había sido adquirido por el empresario argentino Elio Volterra, cambia su nombre a “El Garrón”, expresión de la jerga lunfarda de los prostíbulos que se refiere a un favor que una mujer le hace gratuitamente a un cliente simpático de quien posiblemente se había enamorado, nombre propuesto por Vicente Madero, otro de los “Niños bien” (jóvenes provenientes de familias adineradas) que promocionaban el Tango en París. Otra versión dice que fue por una ocurrencia de Celestino Ferrer que el cabaret cambió de nombre, al decir que ‘Volterra cree que cuando se le llene el cabaret de argentinos se va a salvar de esos franceses “garroneros” –significando avaros, mezquinos, que no gastan dinero– que son como la peste’. Al conocer el empresario el significado de aquella palabra, el Princesse se transformó en “El Garrón”. “El Garrón” congregaba a la comunidad de argentinos de familias adineradas que residían en París, y desde su bautismo, todas las noches a las 5 de la mañana, los mozos servían puchero a la criolla, un plato típico argentino.

Por esas noches de diciembre de 1920 llega El Cachafaz a bailar por primera vez al Garrón. Manuel Pizarro lo presenta junto a su compañera Emma Bóveda. Muchos argentinos de la concurrencia ya lo habían visto en Buenos Aires, pero para lo franceses era algo nuevo. En París no se había visto nunca un baile de tango así, con un bailarín que no sonreía, que parecía hosco, de torsiones exageradas y detenimientos imprevisibles, que sin embargo acariciaba el suelo con delicadeza y elegancia, que hacía firuletes tras firuletes, dando lugar a figuras complejas que dejaban sin aliento al público.

Al día siguiente llegan los primeros pedidos de clases, pero el Cachafaz no quería dar clases, ya que para él este viaje había sido programado para hacer presentaciones solamente. La gente insistía mucho y los pedidos se multiplicaban día a día, hasta que el Cachafaz finalmente accede. Tenía tantas clases privadas que no daba a basto, así que decide hacer una clase grupal en El Garrón todas las noches antes de que abriera el show. Ganaba mucho dinero, pero se lo gastaba todo y no se sentía bien en París. No lograba una buena relación con los franceses, ni con los argentinos residentes en París. Al cabo de un mes regresó a Buenos Aires con las manos vacías.

De Regreso en Buenos Aires: El Cachafaz y su Academia de Tango

Durante la década del 20 El Cachafaz trabajaba para un grupo de aristócratas que lo contratan con un sueldo extraordinario para dar lecciones privadas a los miembros de un club exclusivo ocho horas por día, aunque él prefería dar lecciones privadas a domicilio, modalidad que utilizaría en su momento el Vasco Aín.

Al cabo de varios años de esta experiencia, El Cachafaz abre una academia propia en 1930, en la calle Lavalle, entre Rodriguez Peña y Callao. Allí contará con la asistencia de Carmencita Calderón para sus lecciones.

El Cachafaz en el Cine: Del Mudo al Sonido

Ovidio José Bianquet aparece en 14 películas. La primera es de 1916, “Resaca”, cuando el cine era mudo, donde por primera vez gran parte del público conoce a El Cachafaz.

En 1933 aparece bailando “El entrerriano”, tocado nada menos que por Ernesto Ponzio y Juan Carlos Bazán, junto a Carmencita Calderón en “Tango”, la primera película con sonido de la historia del cine argentino.

La última película en la que aparece es “Carnaval de antaño”, de 1940, bailando con Sofía Bozán.

En 1941 participa en el espectáculo teatral de Francisco Canaro e Ivo Pelay “La historia del tango”, estrenado en Buenos Aires en el Teatro Nacional, con gran éxito.

¿Cómo Era El Cachafaz? El Hombre Detrás de la Leyenda del Tango

Sin temor a exagerar, se puede afirmar que “El Cachafaz” fue el bailarín de tango más destacado y completo de su época. Nunca tuvo un maestro de baile; su intuición fue su mejor guía para desarrollar su estilo. Era impecable en su porte, elegante y preciso en sus movimientos, y tenía la mejor musicalidad. Su talento fue fundamental para la difusión del tango en el mundo, y para el crecimiento del tango en Argentina. Era tan popular entre los aristócratas como en los barrios pobres, y tenía amigos de todo tipo, millonarios, criminales, policías, políticos, gente del espectáculo, e intelectuales.

Su carácter era complejo. Era desprendido. No le interesaba el dinero y gastaba todo lo que ganaba. Ganaba muchísimo dinero, pero a menudo no tenía un peso. Le gustaban sobremanera los placeres efímeros: hoteles caros, buenos restaurantes, ropa, champagne, y regalos caros a sus mujeres (no así a sus compañeras de baile).

¿Tendría esto alguna relación con el entrenamiento de un bailarín milonguero para quien el momento presente es siempre el momento crucial, donde uno se juega la vida entera, como en un duelo a muerte, ese de los compadritos Borgianos, como Jacinto Chiclana? Quizá en el baile del tango todavía se encuentra el espíritu de esos compadritos, herederos del gaucho, que a su vez era heredero del caballero medieval, y este espíritu revive en nosotros al bailar el tango como cuando al leer un autor el espíritu de ese autor dialoga con nosotros y nos transforma. Su vida desordenada contrastaba con la precisión de sus movimientos en el baile, sus hábitos licenciosos con la disciplina casi militar en su profesión.

Cuando estaba en Buenos Aires iba cotidianamente al Café El Estaño de calle Corrientes, donde tenía una mesa fija, se encontraba con sus amigos y tenía sus entrevistas de negocios. Lo llamaba su “oficina”.

Era muy serio. Carmencita Calderón cuenta que su risa era apenas un soplido. Podía ser muy irascible, pero también muy tierno.

Dos años antes de su muerte, cuando tenía 55 años, se casó con una sobrina de 18, Edelmira Bianquet, hija de una de sus hermanas. Tuvo una hija con otra mujer, a quien adoraba pero nunca reconoció oficialmente.

Carmencita Calderón: La Compañera de El Cachafaz y su Pasión por el Tango

Fotografía en blanco y negro de Carmencita Calderón bailando con El Cachafaz. Carmencita lleva un vestido claro y una cinta en el cabello, mientras que El Cachafaz viste un traje con pantalones a rayas. Ambos están en una pose de baile con los brazos extendidos.

Será la compañera de baile de El Cachafaz desde 1933 hasta la muerte de este, el 7 de febrero de 1942. Nació el 10 febrero de 1905, y vivió más de 100 años, hasta el 31 octubre del 2005.

Era maestra de escuela, pero el baile la apasionaba desde su infancia. Aprendió a bailar tango en los bailes que su hermano organizaba en el patio de la casa familiar los domingos por la tarde, en el barrio de Villa Urquiza. Sus padres eran apasionados del tango, y al verla bailar le hacían correcciones, sobre todo acerca de la postura.

Por las noches, en el patio ya vacío, practicaba sola, imaginándose adornos para los pasos que había seguido durante la tarde, y utilizaba una silla para perfeccionar sus giros.

No concebía la idea de ser una bailarina profesional, algo que sus padres nunca aceptarían, pero le enseñaba a bailar a sus hermanas menores, a sus amigas, y luego a las amigas de sus amigas.

Su madre murió joven, así que ella se encontró al cuidado de sus hermanas menores, a quienes llegado el momento empezó a acompañar a los bailes en el Club Sin Rumbo, a corta distancia de su casa.

No iba para bailar. La costumbre de la época exigía que las chicas jóvenes asistieran a los bailes con sus madres o algún familiar. Imprevistamente, un día, con mucha insistencia, la saca a bailar uno de los bailarines más famosos de Buenos Aires, Giuseppe Giambuzzi, apodado El Tarila.

El Tarila: Un Protagonista del Tango

Nacido en Italia en 1889, a los 6 años llegó con sus padres a Buenos Aires, escapando de los frecuentes terremotos que afectaban su pueblo natal. Tenía ojos celestes y una nariz prominente.

Alrededor de 1910 trabajaba limpiando el salón donde daban clase los bailarines Gallito, Nando y Romolo. Miraba las clases y copiaba los movimientos practicando con dos palos de escoba, y luego los maestros le hacían correcciones.

Poco a poco se fue apasionando por el baile, bailando con sobrero de noche en las veredas con otros hombres, y con el correr de los años se convirtió en un protagonista del tango.

Fue director de una importante academia de baile popular, cuyo dueño era Domingo Santa Cruz, autor del tango “Unión Cívica”, y donde se pagaba 10 centavos por pieza para bailar con alguna de las 35 bailarinas empleadas en el salón. Conoce a El Cachafaz en 1915 y se hacen amigos.

De profesión albañil, un trabajo que nunca dejó ni en sus momentos de mayor éxito, fue el bailarín más famoso después de Casimiro Aín y El Cachafaz. Aunque su apariencia no era llamativa, su técnica y habilidades lo distinguían, demostrando una destreza excepcional.

Cuando baila con Carmencita Calderón en el Club Sin Rumbo, le propone ser la compañera de baile de los dos, que en ese momento estaban sin compañeras.

Carmencita y El Cachafaz: La Pareja Legendaria del Tango

Carmencita Calderón no hubiera aceptado bailar con El Tarila, pero sí quería bailar con El Cachafaz, y aunque lo deseara sobremanera, también tenía mucho miedo. Su vida cambió completamente. De maestra de escuela y enfermera voluntaria, se convirtió en la compañera de baile del mejor bailarín de tango del momento.

Debutaron con la orquesta de Pedro Maffia en el Teatro de San Fernando, en 1933.

La llegada de Carmencita aumentó la rivalidad entre los dos bailarines, que pronto disolvieron su asociación, y Carmencita bailó de ahí en más principalmente con El Cachafaz.

Sobre su estilo, ella nos dice lo siguiente, en un reportaje realizado por Patricia Ramirez y Alberto García en 1995.

  • Alberto García: ¿Cómo era el estilo de baile de esa época?

  • Carmencita Calderón: ¡Era tango! Porque ahora no bailan tango. Es ficticio lo que hacen… si en mi tiempo yo bailaba como están bailando hoy con el tajo al costado, mostrando las piernas, el público, en el teatro, saltaba al escenario, me robaban y me mandaban al lugar donde tenía que estar. Los lugares de diversión para los hombres, ¿no? Bueno, eso. ¡No! Se trabaja, tienen que trabajar de la cadera para abajo del cuerpo, y listo. Yo bailo, porque la mujer tiene la obligación de adornar. Entonces yo adorno, es cosa mía, lo adorno, y eso es lo que tiene que hacer la mujer. En cambio, ahora ellas son las que mueven las piernas ¡El hombre tiene que mover las piernas y hacer los cortes! Porque hay dos tangos solamente, el tango de salón y el tango con cortes, que muchos lo llaman orillero o canyengue, que es lo siguiente. Yo bailé con los dos más grandes bailarines, Don Benito y Tarila. Tarila era el tano, más bajo que El Cachafaz. Ahora, los tanos son compadritos. Hay una versión de la historia del tango que dice que cuando empezó el tango a bailarse, bailaban los hijos de tanos, los compadritos. Y entonces se agachaban. El Cachafaz no. El Cachafaz se movía de la cadera para abajo del cuerpo, y listo. El cuerpo derecho. Y hacía esos cortes, esos cortes medidos, justo, justo, era algo hermoso. Yo, pispireta, qué sé yo, movía mis patitas adornándolo. Yo adorno. Y eso es lo que tiene que hacer la mujer. En cambio, hoy, la mujer lo único que hace, es levantar la pierna. Yo soy la creadora del tajo. Pero no el tajo que se usa acá, hasta arriba.

Originado en la escuela popular, en los salones y clubes de barrio, su lenguaje corporal era inimitable, lleno de sentimiento y una extraña simplicidad que no se enseña en academias.

No fue la mujer ni la amante del mítico Cachafaz, quien siempre la trató de usted. ¡Nunca ensayó una coreografía! Siempre supo que dejarse llevar por un hombre en la pista o el escenario no era someterse o subordinarse al macho, sino aceptar su guía para poder bailar. Y así, en trance, escuchando la música, ignorando a veces el jactancioso comportamiento de algunos hombres, improvisaba con ellos figuras y movimientos complejos que despertaban admiración.

Carmencita transmitía ese tango que se silbaba y tarareaba por las calles y que su madre cantaba mientras lavaba la ropa. Ese tango que se caminaba por las pistas porteñas sin movimientos espectaculares, pero con un abrazo único e intransferible, deslizando la suela por el suelo.

Bailó con el Cachafaz hasta la última presentación juntos, que fue en 1942 en Mar del Plata. Después de bailar “Don Juan”, en los camarines, El Cachafaz —de casi 57 años—, caería fulminado de un síncope cardíaco.

Conclusión: Los Pioneros del Tango y su Legado en la Danza

Este artículo ha intentado explorar la vida y legado de El Cachafaz y otros bailarines icónicos de principios del siglo XX, destacando su influencia en el tango. Desde sus orígenes humildes en Buenos Aires hasta su consagración en escenarios internacionales, El Cachafaz, conocido por su estilo único y elegante, marcó una era en el tango. Pedrín, Bernabé Simarra, Casimiro Aín y Carmencita Calderón, cada uno con su propia historia y contribuciones, enriquecieron y transformaron el tango, llevándolo más allá de las fronteras argentinas. La llegada de El Cachafaz a París, su regreso triunfal a Buenos Aires, y su incursión en el cine, junto con las memorias de sus contemporáneos, nos permiten comprender mejor nuestra identidad como bailarines y amantes del tango.  Hubo otros bailarines, pero estos pueden contarse como los más representativos.

Referencias:

“El Cachafaz. Nació, vivió y murió por el tango (Voces de la milonga número 2)” por Massimo Di Marco, edición digital, Milano 2016.
“Cuando al Paraíso lo llamaban Madame Safó”, Diario La Capital, 13 de abril de 2008, https://www.barriopichincha.com.ar/cuando-al-paraiso-lo-llamaban-madame-safo/
“¿Un Barón y un Papa en la elevación social del tango?” por José Gobello y Néstor Pinsón, https://www.todotango.com/historias/cronica/417/Un-Baron-y-un-Papa-en-la-elevacion-social-del-tango/
“Pizarro – Los recuerdos de París y Europa” Por Oscar Zucchi, https://www.todotango.com/historias/cronica/231/Pizarro-Los-recuerdos-de-Paris-y-Europa/
“Vicente Madero” por José Gobello y Néstor Pinsón, https://www.todotango.com/creadores/biografia/1605/Vicente-Madero/
“Bernabé Simarra” por Néstor Pinsón, https://www.todotango.com/creadores/biografia/172/Bernabe-Simarra/
El Vasco Casimiro Aín, Campeón Mundial de Bailes Modernos” por Javier Barriero, https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/03/14/el-vasco-ain-campeon-mundial-de-bailes-modernos/
“Reto de bailarines” por Francisco García Jiménez, https://www.todotango.com/historias/cronica/74/Reto-de-bailarines/
“Who taught Valentino to tango?” por Camille Scaysbrook, https://brooksieatthemovies.weebly.com/who-taught-valentino-to-tango.html
“El Cachafaz en Estados Unidos” por Enrique Binda, https://www.todotango.com/historias/cronica/466/El-Cachafaz-en-Estados-Unidos/
“Escuela del Tango: Una publicación singular” por Juan Manuel Peña, https://www.todotango.com/historias/cronica/542/Escuela-del-Tango:-Una-publicacion-singular/
“Pedrín de San Telmo” por Gustavo Benzecry Sabá, https://www.todotango.com/creadores/biografia/1789/Pedrin-de-San-Telmo/
“El tango en el cine mudo” por Jorge Miguel Couselo, https://www.todotango.com/historias/cronica/474/El-tango-en-el-cine-mudo/
Carmencita Calderón bailando en 1970 https://youtu.be/Z219e03AmWg?si=9b6MyrDncecn30Gw
Carmencita Calderón habla de los estilos de tango y del rol de la mujer https://youtu.be/JmzZs0X1XaY?si=z5uTbx_P6JY569dj
“Carmencita Calderón” por José María Otero https://www.todotango.com/creadores/biografia/800/Carmencita-Calderon/

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Historia del Tango – Parte 8: Roberto Firpo y la aceptación del piano en la Orquesta Típica

Historia del Tango – Parte 8: Roberto Firpo y la aceptación del piano en la Orquesta Típica

Roberto Firpo, pianista, director y compositor de nuestra música argentina: el Tango.

Roberto Firpo nació el 10 de mayo de 1884, en la Ciudad de Las Flores (hoy anexada a Buenos Aires como barrio).
 
Firpo pasó su infancia trabajando en la tienda de su familia. Aunque mostró interés por la música y la pintura, su familia no podía pagarle una educación artística.
Como necesitaban su ayuda con el negocio familiar, su padre lo sacó de la escuela después del quinto grado.
Enrique Cadícamo nos cuenta que, cuando era adolescente, sentía vergüenza cuando las niñas del pueblo lo veían trabajar como repartidor en el negocio de su familia.
 
Confrontó a su padre sobre su plan de dejar Las Flores para encontrar su destino en la gran ciudad. Firpo mostró tal determinación que su padre se dio cuenta de que no podía retenerlo y le dio la libertad irse de la casa y algo de dinero para iniciar una vida independiente en Buenos Aires.
Trabajó en una tienda cerca Santa Fe y Callao.
 
Luego trabajó en la industria del calzado y, en 1903, en una siderúrgica, Talleres Vasena, donde conoció a Juan “Bachicha” Deambroggio.
 
En ese momento, Bachicha estaba aprendiendo a tocar el bandoneón con Alfredo Bevilacqua, uno de los grandes de la época, autor de “Venus”, “Independencia”, “Apolo” y otros clásicos. Firpo comenzó a asistir a estas clases y aprender el instrumento de su preferencia, piano, y teoría musical.
 
Como no tenía dinero para comprar un piano, Firpo se hizo un instrumento.
 
Lo construyó con botellas de vidrio llenas de diferentes cantidades de agua, cada una de las cuales producía una nota distinta, una especie de xilófono improvisado, que le permitía practicar sus lecciones.
 
A los 19 años, Firpo se dedicaba intensamente a estudiar música, y aprendía mucho.
 
En 1904 se fue de Buenos Aires para trabajar en el puerto de la Ciudad de Ingeniero White, donde, por las noches, tocaba el piano en un bar del puerto.
 
Esto le permitió completar su formación, y cuando reunió suficiente dinero para comprar su propio piano, regresó a Buenos Aires y así lo hizo.
Firpo dijo que siempre recordó ese día como “el más feliz de su vida”.
Para perfeccionar su técnica, continuó sus estudios con Bevilacqua.
 
Durante el día realizaba todo tipo de trabajos ocasionales, mientras que por la noche tocaba en varios bares y cafés del barrio. A veces Firpo tocaba a dúo con Bachicha u otras en un trío con Juan Carlos Bazán en clarinete y Francisco Postiglione en violín.

Roberto Firpo y su primer trío de Tango.

En 1907 fue invitado a tocar en La Marina, un lugar famoso en el barrio de La Boca.
 
Ese contrato aumentó su fama y derivó en su contrato temporal con otro prestigioso lugar de la escena tanguera, Hansen, en el barrio de Palermo, a razón de tres pesos la noche y permiso para pasar el plato (sombrero).
A partir de este momento, trabajó exclusivamente como músico.
Durante este tiempo presentó sus primeras composiciones: “El Compinche”, “La Chola”, y “La Gaucha Manuela”, estas dos últimas serían luego grabadas por Pacho, sumando el título del compositor a su ya excelente reputación como músico. .
 
En 1908, con su “Trío Firpo”, tocó en el “Café La Castellana” de la Avenida de Mayo, en el “Bar Iglesias” de la calle Corrientes 1400, en “El Velódromo” y “El Tambito” en el barrio de Palermo, y en el “Armenonville”, el famoso cabaret.
 
En “El Velódromo” (lugar cercano a Hansen), Bazán comenzó a tocar un toque de clarinete para atraer a la clientela que pasaba hacia Hansen’s.
 
El resultado fue que este último estaba casi vacío, mientras que “El Velódromo” se iba llenando.
 
Para solucionar el problema, el patrón del primero los volvió a contratar, ¡esta vez por la suma de dos pesos cada uno!
 
Más tarde, esa llamada de Bazán daría inicio a su tango “La chiflada”.

Max Glucksmann, propietario del sello de grabaciones Odeón en Argentina. Retrato.

En 1911 se incorporó a la compañía discográfica ERA de Domingo Nazca, “El Gaucho Relámpago”, acompañando a otros músicos en su piano y grabando solos de piano y duetos con un violinista.
 
Luego grabó brevemente para la compañía Atlanta y pronto pasó a la discográfica Odeón de Max Glücksmann.
 
En 1912, Firpo formó un trío con “El Tano” Genaro Espósito al bandoneón y David Roccatagliatta al violín, actuando en el café “El Estribo” de la Avenida Entre Ríos, donde antes había actuado Vicente Greco con Francisco Canaro. Casimiro Aín fue su bailarín estrella.
 
También formó un trío con Eduardo Arolas en el bandoneón y Leopoldo Ruperto Thomson en la guitarra. Esta formación evolucionaría en un cuarteto con Roccatagliatta y en un quinteto con Roque Biafore como segundo bandoneón. Thomson finalmente cambió la guitarra por el contrabajo.

Carlos Gardel y Razzano, en la época del famoso dúo. Foto con guitarra en manos de Razzano.

En 1913, mientras tocaba en Armenonville, el dúo Gardel-Razzano estrenó allí.
 
A partir de entonces, los cantantes se convertirían en grandes amigos de Roberto Firpo, con quienes luego trabajó en Odeón y realizó giras por Argentina.
 
En una gira de 1918, los cantores lo abandonaron una noche oscura y huyeron a Buenos Aires para presenciar la venganza de Botafogo y Grey Fox en el Hipódromo de Palermo.
 
Recordando aquellos días y las cosas que hacían Gardel y Razzano, Firpo dijo más de una vez: “Con esos bufones no se podía tener paz. ¡Me volvían loco!”.

Esa misma noche de 1913, Firpo estrenó sus composiciones “Sentimiento Criollo”, “Argañaraz” y “Marejada”.

Roberto Firpo y su orquesta grabando en el sistema acústico nuestra querida música del tango

Firpo era en ese momento uno de los compositores de Tango más reconocidos y celebrados. Por ello, la compañía discográfica Lepage Odeón de Max Glücksmann lo convoca para realizar sus primeras grabaciones.

Firpo iniciaría un catálogo de grabaciones en discos, sólo superado con el paso de los años por su colega Francisco Canaro.

Desde el piano dirigió un conjunto que contó con Bachicha en bandoneón, Tito Roccatagliatta en violín y Bazán en vientos.
 
En ese momento, grabar el piano con otros instrumentos presentaba desafíos porque el sonido abrumador del piano tapaba a los otros instrumentos.
Firpo pudo resolver el problema simplemente colocando los instrumentos en un orden que aún se mantiene en las orquestas típicas.
La ventaja que esto le dio a Odeón sobre otras compañías discográficas, además de su talento, es quizás la razón por la que Firpo logró una posición tan privilegiada en la grabadora.
 
Odeón se caracterizó en su momento por tener el mejor equipo técnico.
 
Odeón contrató a Firpo con un contrato de exclusividad: sería como el único músico grabando tangos con una “orquesta típica” para ellos.

Francisco Canaro grababa por entonces en el sello Era.

Tras el éxito de su tango “El Chamuyo”, un manager de Odeón habló con él sobre la posibilidad de grabar para ellos. Como Firpo tenía un contrato exclusivo, podía bloquear la grabación de otras orquestas.

Por eso Canaro empezó a grabar con un trío en el Odeón, e hizo un acuerdo con Firpo, “que consistía en pagarle seis centavos por cada disco que vendía grabado por mi orquesta” – contó Canaro.

Etiqueta del disco con la grabación

En 1914 llegó su mayor éxito: “Alma de bohemio”, que compuso para una obra de teatro del mismo nombre a pedido del genial actor Florencio Parravicini.

Otros tangos de Firpo son “Fuegos Artificiales” (compuesto con Eduardo Arolas), “Didí”, “El Amanecer” (primer ejemplo de música descriptiva en el género), “El Rápido”, “Vea Vea”, “El Apronte” , “La Carcajada” y muchos otros.

Fue también un apasionado cultor del vals, del que produjo gran cantidad, generalmente de mucha repercusión en la época: “Pálida sombra”, “Noche calurosa”, “Ondas sonoras”, “Noches de frío” y otras.

En 1916, en Montevideo, interpretó el que sería el tango de todos los tangos, “La Cumparsita”, de Gerardo Hernán Matos Rodríguez, que en ese momento tenía solamente dos partes.

Confitería La Giralda, de Montevideo, Uruguay, donde fue estrenado el famoso tango

Firpo, al estilo de la “Guardia Vieja”, compuso la tercera.

Tiempo después se arrepentiría de no haberlo firmado en conjunto: “¡los derechos de “La Cumparsita” reportaron millones!”

Sobre este tango fundamental, Firpo recordó: “En 1916, yo estaba en la Confitería La Giralda de Montevideo cuando un día llegó un señor acompañado de unos quince muchachos, todos estudiantes, a decirme que tenían una humilde marcha de carnaval, y querían que la mire y la arregle porque pensaban que allí había un tango.

Lo querían para esa noche porque lo necesitaba un muchacho llamado Matos Rodríguez. En la partitura, en dos por cuatro, aparecía un poco de la primera parte, y en la segunda parte, no había nada.

Conseguí un piano y me acordé de dos tangos míos compuestos en 1906 que no habían triunfado: “La Gaucha Manuela” y “Curda Completa”, y puse un poco de cada uno. Por la noche la toqué con Bachicha Deambroggio y Tito Roccatagliatta.

Fue una apoteosis, y todos festejaron a Matos Rodríguez.

Pero entonces el tango quedó en el olvido. Su gran éxito empezó cuando le adjuntaron la letra de Enrique Maroni y Pascual Contursi”.

Afiche publicidad anunciando la gran orquesta de Tango de los carnavales de 1917 en Rosario

En 1917, Firpo es contratado para los bailes del carnaval en el Teatro Colón de Rosario, formando la orquesta gigante Firpo-Canaro, integrada por: Roberto Firpo y José Martínez en pianos; Eduardo Arolas, Osvaldo Fresedo, Minotto Di Cicco, Pedro Polito y Bachicha Deambrogio en bandoneones; Francisco Canaro, Agelisao Ferrazzano, Tito Roccatagliatta, Julio Doutry y A. Scotti en violines; Alejandro Michetti en flauta; Juan Carlos Bazán al clarinete; y Leopoldo Thompson en contrabajo.

Esta orquesta alcanzó un gran éxito, por lo que fueron contratados nuevamente en 1918.

Luego tocó con su formación en la obra “Los dientes del perro”, acompañando a Manolita Poli cuando cantó “Mi noche triste”, letra que Pascual Contursi escribió para “Lita” de Samuel Castriota, y que sería el primer tango grabado por Carlos Gardel y considerado el primer tango lírico estructurado de la manera que se convertiría en lo clásico del Tango.

En más de una ocasión, Firpo compartió escenarios con el dúo Gardel-Razzano, además de aguantar sus incesantes bromas.

Una vez, cuando Firpo tocó el pasodoble “¡Que salga el toro!”, en el momento en que uno de los integrantes de la orquesta gritaba el título de esta canción en medio de la actuación, Gardel -usando sus dedos índices como cuernos- atropelló a los músicos, que cayeron al piso.

Más allá de estas terribles bromas, Firpo y Gardel-Razzano grabaron juntos una vez en 1917, el tango “El Moro”, aunque en la etiqueta Gardel y Razzano no aparecen, curiosamente, salvo -como es- como autores. ¿La venganza de Firpo? No. Lo que pasó es que no se planeó ninguna vocalización. Gardel y Razzano simplemente irrumpieron en la sala de grabación, y la broma, en este caso, consistió en cantar la letra de la canción, sorprendiendo a Firpo. La compañía discográfica editó el disco sin modificar la etiqueta del disco.

El éxito de Firpo también fue económico. Hizo mucho dinero por sus actuaciones, pero aún más por sus grabaciones y derechos de compositor.

En 1928 abandonó inesperadamente el Tango por un tiempo.

Explicó el motivo a Héctor y Luis Bates: “Con el dinero que recibí por las grabaciones me sentí como un ganadero. Todo lo que tenía lo invertí en la hacienda. En un año llegué a ganar un millón de pesos… Luego vino aquella tristemente famosa crecida del río Paraná que diezmó mi finca, quise resarcir tanta pérdida, y probé suerte en la bolsa de valores, fue en 1929. Allí perdí todo lo que me quedaba, tuve que regresar al trabajo que había hecho antes, formé mi orquesta y comencé de nuevo”.

Roberto Firpo sentado al piano componiendo nuestra música: el Tango.

También volvió a la composición, con un título elocuente: “Honda Tristeza”.

Firpo fue uno de los más excelsos músicos de Tango, de completa erudición musical. Sin embargo, mantuvo su obra dentro de la más pura escuela tradicional.

Algunos de los grandes músicos de tango que iniciaron su carrera con él incluyen a Eduardo Arolas, Osvaldo Fresedo, Pedro Maffia, Bachicha, Cayetano Puglisi, Horacio Salgán y muchos otros.

Por ejemplo, la primera actuación pública de Julio De Caro y el comienzo de su carrera fue con Firpo, cuando De Caro tenía solo 17 años.

Julio de Caro, violinista, director y compositor de nuestro querido Tango, con su violín corneta.

Sus amigos hicieron arreglos para que De Caro viera a Firpo tocar en el cabaret Palais de Glace, aunque De Caro no tenía la edad suficiente para ser admitido en un cabaret.

En ese momento, los niños no usaban pantalones largos hasta los 18 años.

Los padres les darían sus “pantalones largos” como admisión a la edad adulta.

Entonces, los amigos de Julio tuvieron que conseguir unos pantalones largos que fueran la credencial de tener la edad suficiente para entrar al cabaret, y una vez allí, durante la función de Firpo, su “barra” comenzó a gritar “¡Que suba el pibe!”.

Julio se unió a sus amigos en los gritos, sin saber que “el pibe” era él.

En resumen, sus amigos lo subieron al escenario; Firpo le pidió a su violinista que le diera el instrumento a Julio y le preguntó qué le gustaría tocar, a lo que De Caro respondió: “La Cumparsita”. Eduardo Arolas también estaba allí y quedó tan impresionado con la forma de tocar de De Caro que le pidió que tocara en su orquesta.

Roberto Firpo y Francisco Canaro, dos grandes figuras de nuestro querido Tango

La obra discográfica de Roberto Firpo es inmensa, y muchos títulos han quedado sin registrar. Durante la época de las grabaciones acústicas realizó más de 1650 discos y, al final de su carrera, allá por 1959, cerca de 3000 grabaciones.

Roberto Firpo fue uno de los primeros evolucionistas del Tango como director, intérprete y compositor.

En aquellos primeros días de la “Orquesta Típica”, instauró definitivamente el piano en la orquesta de tango, que desplazó a la guitarra. Aún así, su forma de tocar el piano tomó mucho de la forma de tocar la guitarra en el Tango y de la música criolla de los gauchos, por ejemplo, el “bordoneo”, técnica utilizada para embellecer la melodía con notas de sexta cuerda de la guitarra -la cuerda más grave, llamada “bordona”.

Roberto Firpo y su orquesta. Nuestra música. Tango.

Su orquesta fue un modelo que señaló el camino a seguir, auspiciando una tendencia que germinaría en futuras formaciones de tango.

Roberto Firpo, pianista, directo y compositor de Tango argentino. Retrato.

Como intérprete, poseía un estilo muy fino -como podemos escuchar en sus exquisitos discos solistas- y fue el primero en utilizar el pedal, que ofrecía una mayor resonancia.

Como compositor, introdujo en el Tango la emoción romántica, hasta entonces ajena al género.

Su personalidad tenía el mismo magnetismo que su obra – nos dice, nuevamente, Cadícamo.

Siempre fue generoso y gentil con todos.

Incluso en la cima de su fama y su fortuna, nunca hizo alarde de ella, siempre viviendo modestamente, teniendo todo lo que él y su familia necesitaban.

Falleció a los 85 años, el 14 de junio de 1969, luego de ser por mucho tiempo una gloria viva del Tango.

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Mural de tango en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Me gustaría hacer una apreciación sobre la situación del Tango hoy (abril, 2023).
En relación a la música, cada vez se ha ido afirmando más la tendencia iniciada a fines de la década del 90 y principio del 2000, en la que los músicos jóvenes han revalorizado la relevancia del baile en el Tango como un todo, investigando los principios que dan forma a la manera de tocar el Tango de la Época Dorada, la gloriosa década del 40, dejando de lado las líneas trazadas por Ástor Piazzolla (véase la película documental “Si sos brujo”).
 
En cuanto al baile, se pueden observar el siguiente proceso:
  1. Primeramente hubo una preocupación sobre cuál podría ser la metodología apropiada para trasmitir el baile del Tango a todo aquél que quisiera aprender. Tengamos en cuenta que para los bailarines que se formaron antes del eclipsamiento del Tango (para lo cual es pertinente, a mi parecer, tomar el año 1955), la manera de aprender a bailar era lo que se puede denominar “casera” u “orgánica”, es decir, no tenían que buscar clases de Tango, sino que nacieron en un tiempo y un ámbito en el cual era natural y se esperaba de ellos que bailaran Tango. No se veía al Tango como una profesión, aunque no por ello se exigía menos en cuanto a la calidad de baile. Los primeros pasos pudieron haberse dado dentro del hogar, si los familiares ya bailaban Tango y lo transmitieron a los nuevos integrantes de la familia junto con todas las demás cosas de la casa, como comidas, horarios, creencias y valores.
Alternativamente, o en caso de comenzar en el hogar, los siguientes pasos se daban no muy lejos, con los amigos del barrio, en el club y en las prácticas, que eran lugares de investigación, creatividad y enseñanza colectiva, en los cuales todos aprendían de todos y los que se destacaban eran aquellos que podían mostrar mayor destreza, “picardía”, y transmitían e inspiraban emociones positivas (alegría, disfrute, etc.) a los testigos, que no eran otros que los mismos amigos del barrio concurrentes a las mismas prácticas, o los que los veían en los clubes de barrio una vez que comenzaban a asistir a las milongas. La amistad, en este caso, no los obligaba a una hipócrita aceptación y aprobación fácil, al contrario, obligaba a manifestar sin ambigüedades las valoraciones, sean ellas de aceptación o de rechazo, lo cual colaboraba a un mejoramiento general del nivel de baile. Hubo en aquellos tiempos “profesores de Tango”, algunos más o menos auténticos que otros, que enseñaban los pasos del Tango a aquellos que no pertenecían a ese circuito más natural y casero, y que contaban con el poder adquisitivo para pagar lecciones. También podemos encontrar intentos (exitosos comercialmente pero no en resultados de buenos bailarines), como el de Domingo Gaeta, quien, copiando a Arthur Murray de Estados Unidos, enseñaba a bailar el Tango por correo, enviando unas piezas de papel con huellas dibujadas, para que el estudiante las pusiera en el piso y pisara sobre ellas y así aprender los pasos del Tango.

Publicidad en el periódico sobre las clases para aprender a bailar el tango por correo de Domingo Gaeta.

2. La primera metodología que podemos encontrar a comienzos del “renacimiento” del Tango, a partir del regreso a la democracia en Argentina en 1984, es la que utiliza el denominado “paso básico”. Este método está relacionado con el lenguaje utilizado en la época dorada para poder comunicar los conocimientos necesarios para bailar de una manera más o menos racional.
 
3. Surge entonces un movimiento integrado por jóvenes bailarines que rechazaron la jerarquía que existía dentro de los ambientes de los bailarines que habían aprendido en la época dorada. Para estos bailarines formados en la época gloriosa del Tango, esta jerarquía se basaba solamente en la calidad de su baile y su experiencia, independientemente de las elecciones estéticas, siempre haciendo incapié en que “cada bailarín desarrolla un estilo propio”. Para bailar en las milongas se requería una calidad de baile y un entendimiento experiencial del Tango que estaba muy lejos del que podían poseer y desarrollar los nuevos bailarines (tengamos en cuenta que ese hiatus de casi 30 años que se produce entre 1955 y 1984, había producido una gran distancia entre los conocimientos y la experiencia de viejos y nuevos bailarines). Los nuevos bailarines, más jóvenes y resolutos, con valores ya diferentes a aquella generación, decidieron crear sus propios espacios, su propia metodología y su propio entendimiento del Tango, llamándose este movimiento “Tango nuevo”. Quien supo dar un lenguaje a esta nueva manera de entender el Tango, y al mismo tiempo mantener una continuidad con el Tango de la época gloriosa, fue Rodolfo Dinzel. Para Dinzel, el Tango como baile no era solamente “pasos”, sino que la historia y todos los conflictos que la habitan (luchas sociales, político-económicas, conflictos de género, etc.) que se encarnan en los bailarines y continúan cada vez que ellos actualizan una coreografía que no “es”, sino que “deviene”.  Aunque son muy pocos los que entendieron la profundidad de la visión de Dinzel, y mucho menos los que hoy reconocen su influencia, la metodología que él desarrolló para poder explicar el Tango a nuevas generaciones de bailarines tanto rioplatences como de todo el mundo, modificó para siempre el lenguaje físico-espiritual del Tango, actualizándo su interpretación a una época muy distinta de aquella de los años 40 y 50.
 
4. Otros movimientos surgieron en respuesta a la irrupción del Tango nuevo. Entre ellos, el estilo “milonguero” que ha sido asociado a la persona de Susana Miller, quien afirma ser la que acuñó esta denominación; el estilo salón, que fue centrándose alrededor de un grupo de bailarines que se auto-adjudicaron la denominación “estilo Villa Urquiza” por la situación geográfica de encontrarse los salones de baile a los que ellos concurrían en el barrio porteño del mismo nombre. Otros estilos pueden ser mencionados, aunque lo esencial es entender que en la época gloriosa del Tango el estilo era algo individual, y por ello, lo más pertinente sería hacer una lista bailarines y parejas destacados, lo cual dejo para otro artículo futuro.
 
5. La aparición del Campeonato Mundial del Tango, como un intento, consciente o no, de mantener la relevancia de Buenos Aires en un Tango que es “patrimonio intangible de la humanidad” y su globalización, junto a la fe en el economicismo de la predominante cultura anglosajona que la globalización ha difundido por todos los rincones del planeta, generando dos tendencias a mi entender igualmente superficiales en cuanto a la manera de valorar la significación del Tango: el Tango como profesión, es decir, como mi abuela Rita solía decir “por la plata baila el mono”, en que el valor de un bailarín se discierne en términos económicos o de potencial económico, de ahí que el interés de ganar un campeonato mundial se estima en los beneficios económicos que ello puede redituar en términos de publicidad, prestigio, e imagen. Por otro lado, el baile mediocre y sin emoción de los que bailan “para distraerse”, como un “hobby”, un pasatiempo superficial, sin interesarse por la calidad de su baile (aunque tampoco haya emoción en los “profesionales”, más allá de la actuación de las emociones requeridas para satisfacer al público). Recordemos aquí por un momento que aquellos que aprendieron a bailar antes del eclipsamiento del Tango no tuvieron otro interés que la íntima satisfacción de ser buenos bailarines. Ser buenos bailarines coincidía para ellos con una cierta sabiduría sobre la vida. Antes, el objetivo de bailar bien era llegar a ser “el rey del cabaret”; hoy es un fin más abstracto: ser campeón del “mundo”. Antes un bailarín era reconocido espontáneamente por sus pares en su propia comunidad, ahora necesita ser aprobado por el “control de calidad” de los jueces. El sistema de valoraciones del primer caso es más inmanente, orgánico y casero, más concreto y local. En el segundo caso proviene más de abstracciones trascendentes, supuestamente universales, y no pueden desligarse de los condicionamientos del capitalismo mundial, es decir, el dinero, y más específicamente, el dólar, que sería algo así como el campeón mundial de las monedas. Esta particular necesidad de aparecer como el ideal de bailarines ante la mayor cantidad posible de personas (el mundo entero), produce una superficialización del Tango. Se hace necesario apelar a un denominador cada vez más común, es decir, vulgar, para difundirlo. Se pierden así los elementos más íntimos y profundos del Tango. Pierde su pudor. Se desnuda, y así, se vacía. La gestualidad es cada vez más ensayada, y por lo tanto pierde espontaneidad y honestidad.
En cuanto a la poesía del Tango, se encuentra completamente ausente, en un mundo ausente de poesía. En palabras de mi amigo y maestro, el excelente bailarín y milonguero Blas Catrenau: “¿Qué pueden escribir los poetas de hoy en día?” “¿Mi celular se quedó sin batería y no puedo enviarte un WhatsApp?” 🤣

El Tango te espera. Vení a nuestras clases.

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El Tango es un baile que se originó en los barrios pobres de las principales ciudades de Argentina y Uruguay en la segunda mitad del siglo XIX.
Representa la mezcla cultural de los inmigrantes y la población establecida.
Por ejemplo, en 1800 Buenos Aires y Montevideo tenían una población del 25% a más del 50% de africanos cada una.
 
Eran sirvientes de las familias más influyentes de estas ciudades. Estaban más integrados a la vida de estas familias y de la sociedad en general que los africanos de otras sociedades como la norteamericana.
 
“Tangos” fueron llamados los festejos y lugares de reunión de los negros desde principios del siglo XIX. Es en estos lugares donde la danza conocida hoy como Tango inició el desarrollo de su coreografía y música.
Otros términos africanos directamente relacionados con el Tango son “milonga” y “candombe”.
“Milonga” es una expresión quimbanda (una religión afrobrasileña y afrouruguaya) que significa “palabras”, con la cual se hacía referencia originalmente a una especie de duelo entre dos cantores llamados “payadores” que tocando la guitarra, improvisaban versos octosílabos con una estructura tipo pregunta/respuesta, denominada “payada”. A su vez, “candombe” es una palabra bantú que se refería inicialmente a los ritmos y bailes que hacían los africanos en sus encuentros de tango, a estos encuentros, y al lugar donde se realizaban.
 
Cuando les fue otorgada la libertad a los afro-argentinos en 1853, crearon varias asociaciones -especie de sindicatos- de ayuda mútua, y las situaron principalmente en la zona del barrio de Montserrat. Durante los carnavales salían a la calle con trajes de colores vivos y grandes sombreros de plumas, bailando muchas horas al ritmo monótono del candombe, la música que tocaban en estos eventos. Distintas asociaciones compitieron por la supremacía, lo que derivó en sangrientos incidentes callejeros.
 
La repetición de la violencia obligó a la policía a cerrar muchas de esas asociaciones en 1877. Era el fin del carnaval de los negros. La consecuencia fue la creación de varios centros de baile donde desarrollaron una especie de baile en pareja llamado “tango” usando los mismos elementos coreográficos que usaban antes en sus candombes. Pero ese Tango no fue un baile de pareja abrazada. Lo bailaron separados.

El gaucho

Otra influencia en los orígenes del Tango proviene de un personaje típico de la pampa argentina: el gaucho.
El “gaucho” es producto de la mezcla entre los primeros españoles que llegaron a las tierras que luego llamaron Argentina, y los nativos. Eran muy hábiles en las técnicas necesarias para sobrevivir en el campo. Les gustaba vivir lejos de las ciudades y poblados, no tenían trabajos regulares, ocasionalmente eran contratados por los dueños de las estancias y conocían los secretos de la esgrima de cuchillo y la equitación.
 
Tenían una fuerte moral de independencia y, si era necesario, se enfrentaban a la policía arbitraria de esos tiempos. Estos “gauchos” tuvieron una participación fundamental en las luchas de emancipación contra el Reino de España. Simbolizaban los ideales de autonomía, coraje y justicia sin arbitrariedad.
 
Tras la Constitución de 1853, las ideas de modernidad y progreso empiezan a perfilar el nuevo país. El “gaucho” no encajaba en este proyecto y empezó a sufrir persecución. Las tierras por donde andaba el gaucho fueron confiscadas y entregadas a otros. Al no tener otra opción, se mudaron a los suburbios pobres de la ciudad y consiguieron trabajos como carniceros, arrieros, domadores de caballos o conductores de carros. Entonces, el gaucho sufre una metamorfosis, abandonando el caballo, acortando su cuchillo para ocultarlo mejor porque no estaba permitido en la ciudad, cambiándose de ropa y adquiriendo el nuevo nombre de “compadre”; pero aún mantiene los mismos ideales de justicia, independencia y valentía.
Sus nuevos vecinos comenzaron a admirarlo y, a menudo, acudían a él en busca de protección o consejo. Los jóvenes de estos barrios pobres comenzaron a imitar las actitudes de los compadres y pronto fueron llamados “compadritos”, con un tono despectivo.
Aunque el gaucho, transformado en compadre, llevó la milonga a los barrios bajos, no la bailó. Sus herederos, los compadritos, sí la bailaban.

Tomaron las coreografías de otros bailes de otros lugares y bailaron en el puerto de Buenos Aires y Montevideo, como la polca, la mazurca, el vals y la habanera, y bailaron con estos movimientos al son de las milongas. Además, incorporaron elementos de las danzas de los negros, de sus tangos, la mayoría de las veces con sarcasmo racista.
Esto originó una forma de bailar llamada “cortes y quebradas” y un género musical llamado “tango” o “milonga” indistintamente.
Cuando estos bailes llegaron al puerto de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX, la técnica del abrazo se conocía como “baile a la europea”. Los compadritos adoptaron esta técnica y la incorporaron a los movimientos que tomaron de los tangos africanos. Hasta este momento, todas las danzas abrazadas eran de movimiento continuo, lo que significa que una vez que la pareja comienza a moverse, no se detendrá hasta el final de la canción. Por otro lado, los tangos africanos y las otras danzas no abrazadas utilizan “figuras”, lo que significa que uno o ambos bailarines de la pareja se detendrán repentinamente y tomarán una posición llamada “figura”.
 
Para unir estas dos formas diferentes de bailar, el abrazo y las figuras, los compadritos tuvieron que profundizar en la técnica del abrazo y crear la técnica del “abrazo cerrado”. Antes del Tango, había espacio entre las parejas en todos los bailes abrazados. Con el Tango, ya no hay espacios intermedios dentro de la pareja.
 
El Tango incorporó la técnica del abrazo cerrado que permite las “figuras” en el baile abrazado: un compañero se detiene mientras el otro sigue moviéndose, o ambos se detienen repentinamente por un momento y reinician el movimiento unos momentos más tarde. El abrazo cerrado fue suficiente para que el Tango fuera desaprobado por la sociedad “respetable”.
 
Además, a los compadritos les gustaba jugar con el escándalo y con actitud burlona y despreocupada hacían movimientos provocativos en el baile para diversión de unos y escándalo de otros.

Immigrants arriving to the port of Buenos Aires after 1953

La Constitución de 1853 abre la Argentina a la inmigración.
Millones de inmigrantes, principalmente italianos y españoles, llegaron al país y lo cambiaron radicalmente.
Así, el Tango también es influenciado por la inmigración. Su ritmo se hizo más lento, y sus melodías adquirieron un sabor nostálgico, contrastando con su actitud bromista original. Su coreografía también cambió, dejando su carácter provocador y ordenando sus figuras. Se incorporó a la música del Tango un instrumento novedoso, el bandoneón, creado en Alemania, que encajaba perfectamente con la nueva forma del Tango. Pronto, el bandoneón se convirtió en el instrumento musical icónico de la música de Tango.
 
Todo esto preparará al Tango para su aceptación en los salones de baile europeos.
1913 fue el año de su mayor popularidad en París.
Esto aseguró el regreso de nuestro Tango a la Argentina, su país natural, por la “puerta grande”. Rechazado antes por la alta sociedad como producto de los barrios marginales, las “orillas” y “arrabales”, se hizo elogiar entonces por todos gracias a su fama internacional. Todos querían aprender a bailar Tango en este momento. Solo la Guerra Mundial de 1914 detuvo la popularidad de este baile en Europa, pero solo por un tiempo.

Carlos Gardel, legendary Argentine Tango singer, with musicians, colleagues and friends

Unos años más tarde, en 1917, un cantor de estilo campero incluyó en su repertorio el primer tango con letra, creando así la forma de cantar los tangos.
Este hombre fue Carlos Gardel, y aunque murió en 1935, aún reina como modelo del cantor de tangos gracias a sus 1500 discos.
La Primera Guerra Mundial, la crisis de la posguerra y la encandilante presencia de Carlos Gardel eclipsaron al baile del Tango por un tiempo. Este fue el período de la popularidad del “tango-canción”, concebido para escuchar, pero no necesariamente para bailar.

Carlos Gardel, legendary Argentine Tango singer, with musicians, colleagues and friends

Simultáneamente, se gestaba una renovación del Tango instrumental, de la mano del violinista Julio De Caro.
Este, con su formación académica, aportó al Tango lo que no habían podido darle sus intuitivos músicos primordiales.
 
En 1937 Juan D’Arienzo incorporó a su orquesta al pianista Rodolfo Biagi y con un ritmo rápido y juguetón que recordaba los orígenes del Tango, comenzó a atraer de nuevo a miles de bailarines a los salones de baile.
La aceptación de esta orquesta fue tan significativa que otras orquestas comenzaron a imitar su ritmo característico.

Carlos Gardel, legendary Argentine Tango singer, with musicians, colleagues and friends

En este punto, el Tango era una expresión artística ya madura.
 
Su música, su danza y su poesía alcanzaron su apogeo y se siguieron desarrollaron durante la década de 1940 en lo que se conoció en Argentina como la Edad de Oro del Tango.
Durante estos años, el Tango se definió en la forma en que lo conocemos hoy.
Tres décadas de dictaduras hicieron que el Tango se desdibujara en la vida argentina, especialmente el Tango como danza, pero no fue suficiente para desaparecer. 1984 fue el año en el cual volvió la democracia a la Argentina, y también fue cuando revivió el Tango.
La aceptación mundial de la música de Astor Piazzolla, quien supo integrar el Tango a otras expresiones musicales como la música clásica, el jazz y el rock, incorporando instrumentos electrónicos; el triunfo en Rusia de Julio Bocca, bailarín argentino de renombre internacional que bailó al son de la música de Piazzolla; y el gran éxito en Broadway del espectáculo “Tango Argentino” que presentó a los más destacados bailarines de Tango de escenario de la época; todo esto, más la libertad de expresión que trajo la democracia a los argentinos, hizo posible lo que todavía vemos hoy: una fuerte presencia del Tango no sólo en Argentina, su país natal, sino también en el mundo entero.

¿Por qué el Tango triunfó en todo el mundo?

No es fácil encontrar una respuesta absoluta. Aún así, tal vez tenga que ver con la necesidad de expresión, y el Tango es un baile donde se puede expresar toda la gama de sentimientos humanos: alegría, nostalgia, pasión, ingenio y mucho más…

Bibliografía:

“Crónica general del Tango”, José Gobello. Editorial Fraterna, Buenos Aires,   1980.

“La historia del Tango”, tomo 2 “Primera época”, Roberto Selles y León   Benarós. Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1977.

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Historia del Tango – Extracto: Diferencias entre “compadrito”, “guapo” y “malevo”.

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Cuchillo de compadrito | Historia del Tango.

¿Se pregunta cuál era la diferencia entre “compadrito”, “guapo” y “malevo”? Adrian Rodríguez Yemha nos ofrece los resultados de su investigación:

Compadrito:

Bailarín por naturaleza, amable, simpático, siempre de trabajo laboral honesto, pulcro, romántico, portaba cuchillo y lo sabía manejar muy bien llegado el caso.

Guapo:

Hombre cuchillero, pesado de barrio, guarda espalda de caudillos políticos, formaban familia, muchos con el tiempo hasta terminaban en un trabajo honesto.

Malevo: 

Proxeneta, rufián, pendenciero, de malos hábitos, traicionero, sin hidalguía ninguna, si podía apuñalar por la espalda lo hacía.

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