La orquesta de Enrique Rodríguez poseía el sonido brillante de una formación afiatada, con arreglos sencillos pero de buen gusto y que además, contaba con muy buenos vocalistas.
Fue un músico completo y funcional, además de tocar el bandoneón, con igual facilidad interpretaba el piano y el violín o empuñaba la batuta.
Tenía gran talento y agilidad para resolver fácilmente la realización de sencillos arreglos y adaptaciones de melodías clásicas consagradas y populares de todos los países, sin quitarle su esencia de ritmo internacional.
Así se afincó el éxito de la orquesta no solo en nuestro ambiente, sino también en todo el continente para delicia de oyentes y bailarines